Ortúzar Gebauer es el nombre de la oficina de arquitectura fundada en 2009 por los arquitectos Tania Gebauer y Eugenio Ortúzar, que tiene su base en Chiloé. “Nace bajo la convicción de crear nuevas experiencias y buscar nuevas respuestas al habitar humano y de cómo la obra se relaciona directamente con su entorno cultural y geográfico de forma sustentable”, dicen.
Para esta pareja, es clave la vinculación de su obra con el territorio, la cultura, el clima y la gente. Y con eso en mente, han desarrollado más de 30 obras, que van desde la rehabilitación y recuperación de palafitos en la isla de Chiloé, a hoteles y edificios habitacionales. “Pero en el último tiempo estamos obsesionados con los espacios reducidos, con lo mínimo necesario para vivir”, cuenta Tania, quien recibió en 2020 el Premio Marta Scheu de la Universidad Austral de Chile, que reconoce a mujeres que han contribuido a la arquitectura y el urbanismo, generando impacto. La última obsesión de Ortúzar Gebauer (@ortuzargebauer) se ha materializado con la construcción de “pequeños habitáculos transportables”, que denominaron Colonas y que tienen no más de 15 m2 y todo lo necesario para vivir off the grid o conectados, como una casa tradicional. “Estos habitáculos buscan cumplir con varias necesidades”, explica Tania. “La primera es la rapidez con la que puedes tener un espacio para habitar un territorio, y la segunda es que permite que cualquiera que haya adquirido un terreno en el sur de Chile pueda vivirlo antes de decidir construir. Creo que es esencial conocer el lugar, sus vecinos, el clima. Vivirlo”.
Para estos proyectos, que nacen como autoencargos, han tenido libertad total de diseño hasta el final. Cuando están listos, los ponen a la venta. “Siempre nos ha gustado trabajar en los espacios reducidos, desde nuestra experiencia en la rehabilitación y transformación de palafitos en hoteles o cafeterías, hasta la adaptación de una micro en una motorhome, o la transformación y redistribución de la cabina de una lancha chilota para alojar cómodamente”.
¿Cómo ves el papel de las arquitectas en Chile? ¿Falta visibilizar? En el AD100, el ránking que hizo AD Latinoamérica, aparecen 8 arquitectos representando a Chile y solo una es mujer. ¿Hay una deuda pendiente ahí?
Creo que es importante seguir visibilizando a las mujeres, gracias a ello he descubierto una cantidad enorme que no conocía y que inspiran a mujeres y hombres. Sin embargo, creo que debiéramos desafiar el individualismo, me gustaría ver cómo están compuestos los equipos de estas oficinas destacadas.
¿Cuántas mujeres talentosas son parte de esas oficinas destacadas en el ranking?, ¿cómo está compuesto ese equipo? Podemos proponer un modo de vencer las desigualdades, rompiendo el paradigma binario que ha dominado todos los ámbitos de la vida humana.
¿Cuáles crees que son hoy los grandes desafíos que tenemos en Chile en arquitectura?
La crisis global actual es una oportunidad para desafiar y repensar la arquitectura y que esta pueda ser entendida mucho más en su relación con su contexto, reescribir nuestra relación con la naturaleza, dejar la sobrevaloración de lo extraordinario en desmedro de la arquitectura ordinaria que habitamos cotidianamente.
Creo que la arquitectura nace para dar respuestas, para solucionar problemáticas, el cómo habitar un lugar determinado, definir ese espacio justo y necesario para hacerlo.
Hay muchas respuestas al “cómo” diseñar y construir que podemos aprender de las prácticas sin arquitectos, de lo local. Hay una creatividad resolutiva que debemos estar siempre observando, y como profesionales mejorar.
Nuestro sello es construir con poco. La riqueza está en las cosas que uno hace y ese es nuestro nicho. Nuestra intervención es en una escala geográfica, delicada, en lugares prístinos, poco ambiciosa; es el lugar el que debe seguir siendo el protagonista. La ambición va en describir el lugar, el entorno, eso es lo extraordinario.
El terreno da la pauta, norte, sol, lluvia, ventilación, todo se mezcla con lo que hemos aprendido, en cómo armamos la casa, en el calor en torno al fuego. El clima se hace presente al interior de la casa, creando calor, ambientes y también como parte del diseño.
¿Qué es lo que más te gusta de ser arquitecta?
La arquitectura es una profesión que se entrelaza con muchas otras. Es una carrera versátil en donde nos toca saber de todo un poco, y ojalá más.
Me considero una persona muy inquieta, y siempre estoy pensando qué voy a hacer mañana, no tengo miedo a arriesgarme, ni menos a endeudarme, y por suerte mi compañero es igual. Muchos de los proyectos que hemos realizado son gestionados por nosotros, desde principio a fin. Nuestra oficina, e incluso nuestra casa, se ha convertido en un laboratorio de ideas. La madera es el material versátil que nos ha permitido llevar a cabo nuestras ideas, que van desde simples objetos hasta edificios.
¿En qué proyectos estás trabajando hoy?
Somos una oficina pequeña de no más de cuatro personas. Hoy somos Eugenio Ortúzar, Sara Pereira, Margot Coronado, que es mi mano derecha, y yo. En la construcción está Luis Calisto con su familia y equipo.
Siempre estamos diseñando uno o dos proyectos a la vez, no más, y si se dan las condiciones construimos un proyecto al año. Este año estamos diseñando dos casas en Chiloé, una casa familiar, tipo hotel boutique, en Calafate y construyendo una casa que diseñamos en Chiloé.