Arte

La investigadora en políticas públicas que se transformó en artista textil

Carmen Mardonez se ha desplazado por distintos países los últimos años, pero el suyo es un viaje de reinvención: una artista que encontró en el bordado una forma de expresión, y en el extranjero, una identidad que en Chile aún no ha compartido del todo.

La trayectoria de esta artista textil no es convencional. Su historia se entrelaza entre la academia, la psicología comunitaria y, finalmente, el arte. Antes de convertirse en la bordadora que es hoy, estudió Historia en la Universidad Católica y completó un magíster en Psicología Comunitaria en la Universidad de Chile. Su pasión, en ese entonces, no era el arte, sino el sistema carcelario. Como voluntaria y luego investigadora, el mundo de Carmen Mardonez giraba en torno a las políticas públicas y la reinserción social.

Pero en 2015, mientras escribía su tesis de magíster, redescubrió el bordado. Un taller con el artista Víctor Espinoza fue suficiente para despertar la pasión por un oficio que había aprendido en su infancia, en un colegio de monjas. Desde entonces, el bordado se convirtió en su espacio de expresión y de experimentación, una actividad que realizaba en sus tiempos libres, después del trabajo.

vertical5
vertical2

El gran giro vino en 2016, cuando su pareja postuló a doctorados en Estados Unidos y fueron aceptados en UCLA. Justo en ese momento, descubrieron que estaba embarazada. «Voy a ser artista», le dijo en tono de broma (o tal vez no tanto). Con un recién nacido, sin redes de apoyo en Los Ángeles y seis años por delante, decidió tomarse ese tiempo para probar si realmente podía ser artista. Así, con su hijo en brazos y gateando alrededor, con la aguja y los hilos en la mano, su arte comenzó a tomar forma.

Mientras compartía sus procesos a través de redes sociales, postuló a exposiciones y, con el tiempo, comenzó a recibir invitaciones. Luego vino la pandemia y, en medio del encierro, decidió bordar su primera sábana. Ese gesto marcó un punto de inflexión: los pequeños bordados se transformaron en piezas de gran formato. «Desde ahí no hubo vuelta atrás», confiesa.

vert1
vertical3

El reconocimiento no tardó en llegar. Participó en varias residencias en Los Ángeles, incluida una en un estudio de abogados que, debido a la pandemia, decidió convertir sus oficinas vacías en espacios para artistas. «Durante cuatro meses me pagaron un sueldo, financiaron todos mis materiales, y terminaron montando una exposición para exhibir los trabajos que se hicieron durante la residencia», explica sobre esta iniciativa que hoy tiene sedes en Los Ángeles, Nueva York y Londres.

Su identidad artística ha tomado forma en el extranjero: dos meses después de finalizar esa residencia, se trasladó a Oxford. Aunque la adaptación no fue inmediata, las oportunidades siguieron expandiéndose. En Chile, su carrera sigue siendo una historia que su entorno cercano aún no logra dimensionar por completo. «Mi mamá recién ahora fue a ver una exhibición mía en Londres. Mi papá estuvo en una en Los Ángeles. Para mi familia en Chile, mi vida como artista solo existe en redes sociales. Es algo muy extraño», reflexiona.

Actualmente, se prepara para una residencia en Philadelphia Magic Gardens y una exhibición en ese museo. Además, está por debutar con su primera muestra grupal en Bélgica y espera la publicación de un libro de artistas textiles de Thames & Hudson, donde aparece como una de las creadoras destacadas. No es su primera incursión editorial: su trabajo ya fue parte de «New Women’s Work», publicado el año pasado, donde su obra incluso aparece en la portada.

Desde aquel bordado inicial hasta la actualidad, su camino ha sido una mezcla de determinación, exploración y una constante redefinición de su identidad. Lo que comenzó como un desafío personal se ha convertido en una carrera consolidada, con un futuro que se sigue bordando, puntada a puntada. «Cuando dije ‘voy a ser artista’, no sé en qué estaba pensando. Cuando lo pienso ahora, es en grande”, concluye.

Inspírate en tienda BazarED.cl