Por estos días el ambiente del Teatro Municipal de Santiago está agitado. Se escucha música, conversaciones y hay mucho movimiento. Los ensayos para la presentación de una de las óperas más importantes de todos los tiempos, Rigoletto, de Giuseppe Verdi, están en pleno, y según su equipo creativo esta es la etapa más estresante dentro de todo el proceso de preparación de una presentación artística.
Basada en la obra teatral El rey se divierte del autor francés Victor Hugo, esta ópera de Verdi escrita en tres actos fue estrenada en 1851 en el teatro La Fenice de Venecia. Junto a sus obras El trovador y La traviata componen la colección de tres óperas conocida como Trilogía popular, las cuales se caracterizan por su visión humanista y psicológica sobre las vidas de sus personajes, el amor y la culpa.
En esta versión de esta obra maestra hay un equipo creativo con tres destacadas mujeres, liderado por Christine Hucke, como directora de escena; Rebekka Dornhege Reyes, como encargada de la escenografía y Constanza Meza-Lopehandía, a cargo del vestuario.
La preparación de una ópera
El encargo llegó a manos de Christine Hucke en mayo de 2022, quien decidió partir tal como lo hace siempre: como una hoja en blanco. “Empecé a investigar desde el contexto histórico, de cuándo se compuso, las motivaciones del autor, con quién se encontró. Vivo en Italia, por lo cual tuve acceso a información muy fresca”. Luego vino el análisis del argumento y pensar en cómo podía transmitirlo al público y ser un puente de comunicación emotivo y emocional entre la obra y éste. “Finalmente llegué a la conclusión que éste es un argumento que no es exclusivo de una sola época, sino de todas, por lo que no había que situarla en un momento específico en cuanto a estética”. Temas como el trato de la mujer como un objeto, la parte de la sociedad que no tiene oportunidades o el doble estándar, son algunos de los tópicos que trabajó este equipo creativo, los cuales se verán reflejados en el escenario y en los personajes.
El equipo creativo se empezó a reunir en septiembre del año pasado, de forma online. Christine desde Italia, Rebekka Dornhege Reyes en Alemania y Constanza Meza-Lopehandía desde Austria. En ellas Christine les transmitió cómo quería contar la historia y a través de conversaciones muy profundas cada una fue aportando lo suyo. “En ese sentido hicimos un trabajo muy mancomunado. En general mi misión como directora es que todo tenga relación, que el vestuario tenga relación con la escenografía, que sea solo una unidad, que no sean cosas aparte”, recalca Christine. En enero de este 2023 le entregó el proyecto al Teatro Municipal para que los equipos empezaran a trabajar.
Una transformación interna
Las tres coinciden que los tres meses que estuvieron en esa parte del proceso, de septiembre a diciembre, fueron muy fluidos, de mucho diálogo y conversaciones intensas, interesantes y emotivas. Tan intenso fue ese periodo que, aunque no se conocían en persona, cuando Rebekka y Constanza se encontraron en Santiago fue como si se hubieran conocido desde siempre.
“Creo que el hecho de que las tres seamos mujeres nos hace más sensibles con el tema de cómo se trata a la mujer en esta ópera, especialmente de parte del Duque de Mantua, quien tiene un poder muy grande, hace lo que quiere con quién quiere”, cuenta Rebekka Dornhege Reyes. Para representar aquello tomaron un camino más abstracto. “Decidimos provocar un poco al usar objetos para tratar este tema, como por ejemplo se muestran piernas, manos, bustos, o las llamadas mujeres trompos, que entran girando porque no tienen forma de defenderse de los actos del duque. Esto se repite en los distintos espacios, con diferentes estéticas, pero la idea es la misma; en algún momento es más pulcro, en otro es más agresivo. Veremos objetos más perversos también, con una visualización que muestra el poder agresivo”, agrega.
Por otro lado, explica que la escenografía habla mucho de la psicología de los personajes, pero desde una versión más abstracta, aunque a la vez literal. “Se verá una transformación de la escenografía que para nosotras es una transformación interna, por ejemplo, cuando se alejan las ventanas del palacio o lo mismo con la escalera. Es como representar esa sensación cuando a uno lo paraliza un miedo, cuando todo lo que está pasando alrededor tuyo se aleja y quedas como dentro de una burbuja, te desconectas de los demás, pero sientes que estás ahí”, cuenta la escenógrafa. El público podrá ingresar al mundo interno de los personajes, pero en especial al del protagonista, Rigoletto, el bufón jorobado, y sus miedos, quien representa la parte de la sociedad segregada, a quienes les tocó lo que les tocó ser.
Christine agrega que “en cuanto a la escenografía se habla mucho del doble estándar y de las apariencias. En ese contexto buscamos mostrar una dualidad, hay muchas transparencias, hay momentos que se ve mucho lujo y elegancia, pero en la medida que nos vamos inmiscuyendo vamos entendiendo la realidad de los personajes, sus lados A y B”.
El vestuario: la capa final
Constanza Meza-Lopehandía, quien estuvo a cargo del vestuario, cuenta que “Christine llegó con una idea muy clara y original de cómo contar el Rigoletto”. Su proceso es similar al de las otras dos mujeres, estudiar el contexto para después traducirlo en algo concreto. “Luego de entender lo que la directora propuso, ordené mis ideas, que siempre son muy intuitivas, y las traduje en imágenes que fui construyendo con referencias de cada personaje. Después fueron evolucionando y terminando en lo más concreto, el vestuario. Al contrario de lo que se podía pensar, más que iniciar el proceso en la ropa siempre inicio pensando en la historia y el personaje que se quiere retratar y luego voy revistiendo de textura, colores y siluetas que vayan traduciendo la narrativa que estamos planteando. El final es el vestuario”.
Constanza recalca un tema del vestuario que hace diferente esta versión de Rigoletto: el chaleco que usa Gilda, la hija de Rigoletto, que representa a su madre, quien no aparece en la obra, pero es mencionada. “Quisimos representar la maternidad a través de un abrigo gigante que usa Gilda, la proyección de esta madre que ella nunca conoció. Es muy bonito, porque éste se tejió en Magallanes, una tejedora maravillosa hilvanó toda la lana, buscó los colores y componentes naturales para teñirlo”.
“Nos entendimos muy bien y estamos muy contentas y emocionadas de poder llevar a cabo esta ópera que es tan profunda, hermosa, emotiva, que habla de cosas tan humanas, y tan dolorosas al mismo tiempo, pero con un lenguaje hermoso y bello, que es para quedarse con esa sensación de reflexión absoluta. Y para eso sirve el arte en la sociedad, para abrir temas de conversación a través de la belleza, y así llevarnos al pensamiento crítico, independiente de cómo le llegue a cada uno”, reflexiona Christine.
Rigoletto se puede ver en el Teatro Municipal de Santiago desde el 17 de agosto. Las entradas ya están a la venta en municipal.cl