Consuelo Walker es tan sorprendente como su arte. A primera vista se ve tranquila pero al ahondar en su vida y su trabajo, aparece una mujer inquieta, con facetas inimaginables. Pasa algo parecido con su propuesta visual. De lejos, su obra parece reducirse a llamativos pedazos de vestimenta, pero no. Lo suyo evoca a través de la confusión. A primera vista, parecen géneros superpuestos o ensamblados que conforman más un todo que una vista irreal. Pero detrás de la magia hay ganchos de ropa, alfileres de colores, huinchas de medir, tijeras… un lenguaje fuerte y claro, y el uso de objetos que, acumulados en cantidades, cobran una nueva dimensión.
Desapegada de lo tradicional, Consuelo viene de una familia numerosa y genial. Por algo el arte está en su vida; por algo esa búsqueda. Su aproximación al mundo manual también viene de ahí. Y aunque su pasado nos habla de escultura, grabado y varios años en la academia, finalmente su punto de vista creativo estaba ahí, en el origen. “En mi casa siempre se cosió, y le fui encontrando el gusto a la técnica tan casera, hasta que decidí llevarla al mundo del arte”, dice.
La simpleza de los elementos de un costurero le parecieron interesantes y Consuelo les dio un nuevo valor a través del arte contemporáneo. “Trabajo mucho el concepto de la acumulación, cosas que vemos todos los días; estamos rodeados de excesos y de información, y yo decidí utilizar eso, y darle un giro”, cuenta. Finalmente en su muestra Hilando fino un gancho deja de serlo cuando está en compañía de varios más que ella junta con paciencia.
La exposición, que estuvo montada el año pasado en Galería Madhaus, dio cuenta no sólo del oficio con el que esta artista trabaja, sino además de un importante vuelco en su intención artística. “Antes mi trabajo era un poco tímido, siempre encerrado en cajas acrílicas, con una estética más comercial… ahora salí de eso, hay una descontextualización, no hay estructura en mi proceso creativo, más bien mucha imaginación, y siempre hay una sorpresa”, dice.