A una hora del centro de Buenos Aires, la casa de la interiorista argentina María Gorostiza es fiel reflejo de su trabajo. “El primer día que la vi, dije: ¡Es ésta! Fue un amor a primera vista”, cuenta sobre su refugio, una casa de 350 metros cuadrados que limita con una laguna, en Pacheco. Pero cuando la encontró esa primera vez, la casa no estaba a la venta, solo la arrendaban. Entusiasmada, la arrendó. “Salí a buscar otras casas, pero no me gustaba ninguna. Entonces nos fuimos quedando, hasta que después de varios años logramos que nos la vendan”, dice.
María Gorostiza lleva 28 años dedicada al interiorismo y en este proyecto volcó todos sus conocimientos para hacer una casa familiar y acogedora, para compartir junto a sus cinco hijos, que van de los 12 a los 25 años. “Primero que nada es un hogar, un refugio, un nido, un lugar de permanencia que acoge a mi familia. Siento felicidad cuando entro: mi casa tiene equilibrio y armonía”, explica al intentar definir su estilo.
Al entrar a la casa, en el hall, lo primero que se ve es una obra de Eduardo Stupia, en lápiz grafito y óleo. Luego está el living, donde una biblioteca diseñada por María y construida en MDF pintado gris claro, es la gran protagonista. Contiguo a este espacio está el escritorio, una de las últimas incorporaciones que hizo la interiorista al proyecto original, que funciona como su estudio de trabajo. El comedor se conecta con la cocina y el desayunador está separado de la salita por un biombo de hierro negro. “La cocina original de la casa era súper oscura y estaba cerrada al patio perimetral. Generé todo un espacio abierto, pero con intimidad. Incorporé puertas de vidrio repartido de hierro pintada de negro y ahora tengo vista a la laguna”, cuenta.
En el segundo piso hay un hall de distribución donde se puede entrar al dormitorio principal, que tiene su propia terraza con vista a la laguna, y a las dos piezas de sus hijos. Una de las mejoras que María le hizo a esta casa es que logró convertir la buhardilla, que antes estaba llena de cachureos, en una pieza para dos de sus hijos.
Para el interiorismo, María combinó distintos diseñadores y épocas, con muebles de líneas contemporáneas, formas redondeadas y tapizado de fibras naturales. El interior está salpicado de detalles que revelan sus pasiones: decenas de libros de diseño y objetos que ha traído de sus viajes por el mundo, además de obras de arte de artistas argentinos, emergentes y consagrados. La casita de acrílico en el living es una obra de la artista argentina Fabiana Barreda, sobre la chimenea hay obras de Manuel Iarralde y una foto en blanco y negro de Barreda y sobre el sillón, una obra de Kevta Pacovska. Y en el comedor, una fotografía de Angela Copello.
“Soy muy agradecida”, afirma la interiorista. “Agradezco mi vida, mis hijos, mi familia, todo lo que tengo para poder compartir. Los chicos andan en kayak, le dan de comer a los patos… Me pellizco. Vuelvo de la ciudad y me olvido de todo: llego a mi nido y estoy a solo una hora de Buenos Aires (a veces media, sin tráfico)”.