Un matrimonio con seis hijos. Eso es todo lo que sabemos de los dueños de esta casa, la que quisieron mostrar sólo bajo condición de absoluto anonimato. No nos quedó otra que aceptar; la espectacularidad de la casa lo ameritaba. Ubicada en un inmenso terreno en San Damián, y proyectada por Christian De Groote, las dimensiones de la construcción eran totalmente fuera de lo común. Por lo mismo, decorarla no era tarea fácil, desafío que ellos prefirieron dejar en manos de dos profesionales: María Jesús Ruiz-Tagle y Cecilia Rojas.
Tan grande era el proyecto que las decoradoras, socias de Diseño II Decoraciones, tardaron tres años en terminarlo. Cada espacio requería partir por el diseño de muebles en obra. Por ejemplo, la sala de estar principal contendría, entre otras cosas, un telón para proyectar películas, por lo que se necesitaba una repisa que permitiera ocultarlo cuando estaba en desuso. El escritorio del dueño de casa, en tanto, contendría su gran colección de libros, lo que llevó a la dupla de decoradoras a diseñar una alta biblioteca en la que además se pudieran exhibir ciertas piezas de arte. Para la sala de estar de los niños más chicos se diseñaron muebles a su medida: mesas pequeñas y repisas tan altas como para que ellos las alcancen. Y para el comedor de diario –que aprovechan muchísimo y no está en la cocina, sino fuera de ella– idearon muebles que permitieran tener todo a mano.
El paso siguiente era decorar cada espacio, lo que no era menor, dada la cantidad de piezas y rincones que tiene la casa. Aunque muchas cosas se compraron en Chile (alfombras de Luz Méndez e Ignacio Larraín, antigüedades de Francisco Monge), la mayoría se trajeron de fuera: los espejos venecianos del comedor fueron rematados en Christie’s, los tapices se compraron en Londres y una cantidad importante de cosas provino de Italia y Oriente.
Pero no sólo estos elementos fueron importantes en la ambientación. También se realizó un trabajo minucioso en los muros, donde Exequiel Fontecilla desplegó su talento y experiencia para entregar calidez a cada espacio. No usó en todos la misma técnica: mientras en el living el objetivo fue hacer algo parecido al mármol, en los pasillos se optó por dar a las paredes un look más áspero. Para otros lugares, como el comedor o la sala de estar principal, las decoradoras prefirieron géneros, y para la pieza de los dueños de casa, papel.
Tema aparte fue el de la iluminación. “Para que las cosas se luzcan, para que un mueble se vea, se debe iluminar bien”, dice María Jesús Ruiz-Tagle, quien asegura que es un aspecto que ha ido cobrando importancia sólo en los últimos años. Gracias a eso es que piezas que de por sí son espectaculares –como los dos enormes jarrones chinos que están sobre la chimenea en el living– sobresalen y captan la atención.
Aunque se trata de una casa grande, la gran gracia de su decoración es que en cada rincón se respira un ambiente familiar. Se nota que es de esos lugares bien vividos, donde los espacios se aprovechan, donde hay movimiento. Por lo mismo es que nada de lo que hay en ella sobra.