Esta casa nos dejó con la boca abierta. Así de simple. Sus espacios amplios y finamente proyectados; los materiales, que además de su nobleza están dispuestos de manera original; la altura interior, que se eleva por más de 4 metros en el primer piso; el manejo de la luz natural y también de la artificial. ¡Y para qué decir la decoración, la cocina, los cuadros, el jardín, los detalles!
Cuesta creer que esta numerosa familia colonizó este lugar recién hace dos años, porque las enredaderas, los árboles y las plantas están completamente empoderadas y por dentro se ve y se siente vivida y gozada. El genio de todo esto, según su orgullosa dueña, es Leonardo Valdés, arquitecto que supo interpretar a la perfección las fotos de referencia que ella le mandaba de rincones y sensaciones. “Nosotros sólo le pedimos una casa sin efectos especiales y le mandamos fotos de ideas que nos inspiraban, nada más. Con esa información, nos entregó una primera propuesta que resultó ser la única y definitiva. El plano era perfecto, no le hicimos ni una sola modificación”, asegura.
Proyectada como un gran cuadrado, en el primer piso están, además de las piezas de los niños, los recibos. Comedor, living, salita y escritorio, están todos conectados y vinculados, lo que no sólo incentiva el uso de todo los recintos, sino que además amplía aún más los espacios.
Los cielos y el piso están enchapados en madera y las puertas, patinadas en gris marengo, son verdaderos monumentos que atraviesan las paredes. Los ventanales son muchos y enormes y están enmarcados también en madera negra y de forma muy particular. “Quizá la única diferencia que tuvimos con el Cano (el arquitecto) es que él es muy oscuro, le encanta el negro, y yo soy muy clara. Pero quizá eso fue incluso un plus, porque entre los dos llegamos a puntos de acuerdo que quedaron fantásticos, como la cocina”, comenta la dueña de casa.
Pintada de gris, con un original zócalo a un metro del techo que disimula la altura, la cocina diseñada por LivingstonElton, es sumamente acogedora y luminosa gracias a dos ventanales, uno que da a una huerta y otro al jardín. Pero la estrella es la campana, una estructura de fierro enorme que enmarca prácticamente toda una pared.
El segundo piso es exclusivo de los dueños de casa. Ahí además de un escritorio y un dormitorio con living incluido, tienen una terraza con una preciosa vista a la cordillera y un clóset que puede poner verde de envidia a cualquiera.
Y aunque la dueña de casa le adjudica al arquitecto todo el mérito, ella también merece un aplauso, porque la decoración es íntegramente obra suya y la verdad es que no tiene nada que envidiarle a un interiorista. Detalles como los dos libreros negros del living que le fabricó Cristián Donoso fueron idea de ella. También se le ocurrió pintar la entrada azul y mezclar una moderna fotometría de Javier Toro Blum con antiguos retratos enmarcados en dorado. Y siguiendo el consejo de un amigo, quien le aconsejó que más que un cuadro, en la enorme pared del living debía poner una obra más compleja, habló con Marcial Ossio, quien le hizo una gran instalación de pequeños rectángulos de colores, los que uno al lado de otro logran una composición muy original. Aquí hay cosas de siempre mezcladas con otras traídas de viajes, como unas preciosas lámparas que compró en India.
Eso sí, el jardín lo dejó en manos de Pía y Josefina Passalacqua. Lo único que les pidió es que no quería pasar directo de la terraza al pasto y que quería patios duros. Las paisajistas también supieron leerla, porque está fascinada, sobre todo con sus enredaderas de rosa y sus limones enanos, que se trepan por las paredes y llenan con su aroma el jardín.