Sucumbir al placer de no hacer nada es una invitación absolutamente tentadora para fin de año. Si le agregamos aire puro, naturaleza exuberante y todas las comodidades de un hotel, sumado a la cercanía a Santiago –apenas 98 kilómetros–, y las bondades del agua termal… imposible resistirse. Esa es la propuesta de las Termas Jahuel, un lugar mágico, benévolo y amable con sus huéspedes, testigo de historia y tradición.
Está en plena pre-cordillera, en la comuna de Santa María, cerca de San Felipe y a una hora y media de Santiago. Son 538 hectáreas y un hotel que data de 1912, que sólo resurgió y recuperó su estatus bajo el alero de Joaquín Barros y Marcia Gundelach, sus dueños. “Había que resguardarlo. Es un patrimonio del país que encierra mucha tradición, un lugar con mucha mística y curativo por sus aguas y por su clima”, explica Marcia.
Este territorio ha sido testigo de la historia de Chile. Por su meseta pasó Bernardo O’Higgins junto al Ejército Libertador y hasta el naturalista Charles Darwin dejó testimonio de su estadía. “¡Qué placer experimenté en mi estancia en Jahuel escalando esas inmensas montañas –escribió–. (…) un tiempo hermosísimo y la atmósfera de una pureza extraordinaria”. Quizás por este motivo se acostumbraba ir a Jahuel a “recuperarse” tras una enfermedad. Pronto también se convirtió en un destino fijo de luna de miel y las continuas visitas de los mandatarios se hicieron una cábala; recordadas son las del presidente Carlos Ibáñez del Campo en 1925 o la presidenta Michelle Bachelet en los últimos meses. Hoy hay muchas familias que reúnen a varias generaciones en este lugar simplemente para hacer un break.
Su infraestructura no sólo dispone de 94 habitaciones en los edificios que reciben nombres de árboles –Las Palmas, Quillayes, Las Lilas y Los Olivos–. También cuenta con la Casona Darwin, “que ofrece una estadía más exclusiva e independiente con las características de un hotel boutique dentro de las Termas Jahuel”, explica Francisco Guriri, socio de la oficina Alliende-Guriri-Rodriguez Arquitectos, responsable de las construcciones al interior de Jahuel.
La Casona se puede reservar completa, o bien por habitación. Tiene cinco, cada una con una terraza privada con vistas hacia el valle y a los cipreses, olivos cítricos, quillayes y palmas chilenas, entre tanta otra vegetación. La decoración enfatiza ese ambiente “como en casa”, mucho menos formal que el de un hotel tradicional.
La Casona Darwin está en el mismo terreno que ocupaba la antigua casa patronal del Fundo Jahuel, algo que han replicado en cada una de las construcciones. “El respeto por el entorno y la naturaleza es algo prioritario para nosotros”, recalca Marcia. De igual forma lo es conservar las tradiciones propias del lugar. Es por eso que, para ser fieles a la arquitectura del lugar, de la vieja edificación se mantuvieron las pircas y escaleras exteriores; además se reutilizó la madera como sistema estructural y hasta gran parte del barro que se usó en la quincha para el revestimiento provino de la demolición de la antigua casa.
Gran impacto causa el acceso principal, con sus aleros originales y galerías exteriores, tan diferente a la típica casa patronal chilena –también rescatado por los arquitectos–. En cada rincón hay un guiño a la historia del lugar y a su tradición.