Pura y sofisticada, así es esta construcción encallada en el borde costero central de Chile, en un escenario ajeno al clima tropical y el paisaje exuberante al que el famoso arquitecto paulista, Marcio Kogan, está acostumbrado. Aunque posee un clima benévolo, el terreno donde se emplaza es muy angosto y abrupto; termina en un impresionante roquerío donde golpean fuertemente las olas del océano Pacífico, constituyendo un gran desafío, aunque no el principal.
Para Kogan, lo difícil “era cómo respetar la cultura chilena y todavía diseñar algo con nuestra firma”. Es por eso que llamó a su contraparte chilena, el estudio nacional 57STUDIO, integrado por Maurizio Angelini y Benjamín Oportot. “Su ayuda era absolutamente esencial. No era algo que podíamos observar durante el proceso, pero viendo el resultado, creemos que es el corolario estético más disciplinado al que hemos llegado nunca. Quizás esto tiene algo que ver con que los chilenos están mejor organizados y son más ordenados que nosotros”, explica Kogan.
La casa Rocas tardó casi tres años y fue diseñada para una familia que tradicionalmente ha veraneado en la zona. La intervención del lugar debía ser mínima. Es una obra que se adecua de manera sutil a la morfología del terreno. La clave era entender el entorno y las vistas a cabalidad. De hecho, desde cada rincón se mira el horizonte, el mar y hasta el roquerío.
La elección de los materiales, una suerte de juego entre piedras, madera y metal, da una tonalidad muy similar a la que se puede observar en la zona. Es así como surge un volumen que aprovecha la pendiente del terreno y se entierra parcialmente en él, de tal manera que desde el nivel de la calle apenas se ve. Para acceder a la casa hay que bajar hasta llegar a un patio duro, donde un par de maitenes dan la bienvenida. Los muros, hechos de piedra de la zona y puestos en forma de milhojas, encierran este primer nivel en su totalidad ciego y elaborado con un revestimiento metálico. Incluso la puerta de acceso, de grandes dimensiones y pivotante, pasa inadvertida; es un paño escondido que tiene apenas un tirador calado, pero que al abrirla provoca el primer gran impacto visual, enmarcando la vista al Pacífico.
La segunda planta, en cambio, es un volumen un poco más pequeño que el anterior, que se desliza hacia el patio duro. También cuenta con una envolvente en apariencia ciega, esta vez hecha con una celosía plegable, muy característica de la arquitectura de Kogan. Se abre o cierra, permitiendo la transparencia, el paso de luz natural y la posibilidad de no usar cortinas al interior de la casa, algo que entorpecería la vista.
En sus interiores se hizo lo mismo. Por eso la escalera es en volado, las barandas son casi inexistentes y los ventanales corredizos se encuentran embutidos en un marco invisible. A fuerza de jugar con el terreno surgió una casa –dos cajas desplazadas– que se abre hacia el mar. En la primera planta están las áreas comunes, la cocina, el dormitorio principal y el de visitas. El segundo nivel suma tres dormitorios más y una sala de estar.
Algo muy relevante para los dueños de casa eran los exteriores. Cuentan con dos amplios decks de madera. El del segundo piso está delimitado por un techo verde que lo bordea, y en la planta baja surge una terraza en desnivel que conduce a una piscina sinfín.
En tanto, el jardín fue encargado al paisajista Cristóbal Elgueta, quien hizo lo suyo al generar un entorno suelto, que potenciara la arquitectura e incorporara especies propias de la zona. Según explica, debía ser “ambientalmente amigable, reducir el mantenimiento y ayudar a la conservación de la flora del lugar”.
Según los arquitectos chilenos Maurizio Angelini y Benjamín Oportot, de 57STUDIO, “es en la simpleza donde radica toda la belleza de la casa; hecha para el lugar y la vista al horizonte”. Para Kogan, en cambio, es “el lugar, la belleza del paisaje, un ambiente completamente diferente a nuestra costa. Hay cierto estado de ánimo extremadamente poético y más melancólico que emana del Pacífico. Y por último, otro atractivo, pero no menos importante: las machas a la parmesana servidas por el encantador restorán cercano: Chiringuito”.