Angie Chadwick y Teresita Guzmán, de Apio Arquitectos, recibieron hace unos años un encargo muy particular. Desarmar y trasladar un galpón de almacenaje en Parral al lago Riñihue. Lo tuvieron que subir al terreno con bueyes y transformar en un lugar habitable. ¿La idea del proyecto? Que este lugar se convirtiera en un punto de reunión para que los dueños más sus seis hijos y nietos vivieran unas vacaciones diferentes juntos. “Mis papás hicieron esto porque querían que todos sus nietos aprendieran a convivir. Aquí todos, aparte de pasarlo increíble, tienen que aplicar la tolerancia, cooperar, respetar al resto”, explica una de las hijas de los dueños de casa.
Hace 30 años que la familia conoció este lugar. Cuando eran chicos al papá lo trasladaban mucho por trabajo. Vivieron en Australia, en México y en Puerto Rico. Cada vez que estaban en otro país, salían a recorrer mochila al hombro. Tal vez por lo mismo son tan aclanados. Un verano que estaban en Chile, como conocían más otros países que el propio, los dueños de casa decidieron que irían al sur. Así llegaron al Riñihue, un lago virgen que cruzaron en balsa, fue toda una aventura. Se enamoraron del lugar desde el principio y junto a tres amigos compraron un campo. Nunca nadie construyó nada hasta hace cinco años, que decidieron poner este galpón.
Para esta familia las vacaciones en Riñihue son un imperdible. Y la onda que se forma es increíble. Son cerca de cuarenta personas habitando un mismo espacio, de alrededor de 330 metros cuadrados, por dos semanas. Parece más un campamento de verano. En un altillo con forma de “L” hay cinco piezas para los matrimonios, todas súper sencillas. A los costados hay dos corredores, cada uno con varios camarotes y camas, todos se cierran con cortinas. Estos espacios son para los niños, la más grande tiene 14, el más chico casi 2 años. El living, comedor y cocina de la primera planta son abiertos y hay una salita de estar, es el único espacio cerrado. Hay un baño para hombres, con tres duchas, y otro para mujeres. En total caben 34 personas. Por dentro el galpón es de raulí con la estructura metálica a la vista; por fuera lo forraron con una segunda capa de corteza de pino.
Y para que la cosa funcione se organizan mucho. El desayuno por ejemplo es desde las nueve de la mañana hasta las once. En un pizarrón se distribuyen las tareas. Las mujeres (las cinco hijas de los dueños de casa) se dividen y cada día una distinta se preocupa del menú: desayuno, almuerzo, té y comida. Si está bonito, se bajan todas las cosas para almorzar en un quincho a la orilla del lago, donde esquían todo el día. Ahí tienen un muelle desmontable y una balsa. Los hombres se encargan de la parrilla, sacar la basura y las tareas más pesadas. Arriba, al lado del galpón, tienen otro quincho con mesa de pin pon, parrilla y música. Y en las mañanas hacen deportes como yoga, TRX o salen a andar en bicicleta. Por orden del dueño de casa, el abuelo y patriarca de esta familia, los niños tienen prohibido subirse a los autos en todas las vacaciones. Acá todos los amigos están invitados, pero hay que reservar con anticipación. El entorno tampoco desilusiona. En pleno campo, la cantidad de paseos es infinita.
Entre ovejas y vacas, y con ese verde característico de los lagos del sur, hacen un montón de excursiones e incluso salen a pescar. Es tanto lo bien que lo pasan, que hace poco el abuelo de la familia les dijo que los quería invitar a todos juntos a un viaje… “Todos decían: ¡vámonos a Riñihue! A todos les pones Disney y prefieren Riñihue. Lo esperan todo el año. Por eso les saco el sombrero a mi mamá y mi papá”, dice una de las hijas de los dueños de casa.