La geografía única del lugar fue el punto de partida para este proyecto. Ubicado en la mitad de un valle en la Sexta Región y con un plano sembrado con frutales, la casa está emplazada en la cima de un cerro isla, lo que permite que las diferentes vistas se integren a los espacios. Aquí, lo importante es el paisaje.
El desafío estuvo a cargo de la oficina Mas y Fernández Arquitectos. “Esta es una casa que proyecté el año 2006, cuando nuestra oficina era más bien joven. El encargo fue generar un espacio multifamiliar, en un campo que tenía este cerro, que es bastante particular”, cuenta Cristóbal Fernández, quien lideró el proyecto, para el que colaboró también la arquitecta Clarisa Elton.
El pie forzado era trabajar con la pendiente, por eso, la idea fue generar diferentes terrazas con distintos propósitos. Estas van tejiéndose a través de la casa, que está conformada por dos lozas horizontales de hormigón visto. Abajo está el living, comedor y las áreas para compartir, mientras que arriba se encuentran los dormitorios. La casa termina con una terraza-mirador, con un quincho, donde “más se reúne la familia”, dice la dueña de casa. La construcción se estructura en base a un patio interior que relaciona los dos niveles más importantes.
“Siendo que es una casa de gran tamaño, trata de no aparentar, es de una arquitectura de líneas simples, no es pretenciosa y sobreactuada, es una arquitectura que se sumerge bajo el paisaje y lo que hace es ordenar la pendiente con la rigurosidad de estas dos lozas, que son dos líneas rectas”, dice Cristóbal.
Para este proyecto se trabajó principalmente con piedra, hormigón visto y marcos de madera. Pero no con cualquier piedra, ésta se extrajo del mismo cerro donde está la casa. Lo que se buscó, según el arquitecto, fue que la casa se fusionara lo más posible con el paisaje y que fuera tomando un aspecto un poco más discreto respecto a las vistas desde fuera.
Para la decoración se utilizaron muebles familiares y artesanía local. En las piezas y living se pueden ver aguayos traídos del norte y destaca un pabellón de luz. El jardín, del que se preocupa todas las semanas la dueña de casa, ha ido creciendo con los años y las enredaderas metiéndose a los muros. Las palmeras son los árboles más antiguos, estaban desde antes que compraran el terreno. En el entorno se pueden encontrar una serie de senderos que recorren el perímetro y van accediendo a través de diferentes lugares a la construcción, lo que hace que la casa no necesariamente tenga un acceso único, sino que exista una multiplicidad de posibilidades para poder entrar pero también relacionarse con el exterior.
Finalmente, el plano de frutales y el cerro con la casa arman en su totalidad un ambiente propicio para el descanso y el relajo de una familia numerosa, con hijos y nietos, a una distancia corta de Santiago. La piscina es otro espacio que aporta a este encuentro y que invita a la tranquilidad, gracias al sonido del paisaje.