En esta familia, los caballos son un tema importante, que cruza generaciones. Por eso, cuando decidieron hacerse una casa nueva en El Huique, el lugar donde habían ido toda la vida, la hicieron con una vista privilegiada a la cancha de polo. Basta sentarse en el living, en la terraza, o incluso en la pieza principal, para mirar directo a los caballos. “Cuando estamos todos, de repente estamos comiendo y los niños están en la cancha, y los vemos todo el rato”, cuenta una de las hijas de los dueños de casa. Y aunque han ido a El Huique desde siempre, dicen que desde que se construyeron esta casa, no han parado. Los dueños van casi todos los fines de semana, y sus hijos y nietos los acompañan cada vez que pueden.
Macarena Rabat, de la oficina WMR Arquitectos, que estuvo a cargo del proyecto, dice que para proyectar esta casa lo más importante era lograr un espacio simple. “Sus dueños querían un espacio súper funcional y que pudiera acoger a mucha gente, pero donde también estuvieran cómodos si es que iban solos. Tenía que ser una arquitectura simple, súper limpia y auténtica”, cuenta.
Por eso, la casa se planteó como dos alas, la principal, donde está la pieza, las salas de estar y la cocina, y la de “los niños”, que se puede cerrar cuando van solos, dejándoles un espacio mucho más manejable. Estas dos alas tienen su punto de unión en la gran terraza, que usan todo el año. Ahí comen, conversan, descansan… Y si hace frío, prenden la chimenea exterior y siguen disfrutando.
La simplicidad en el diseño también se vio reflejada en los materiales. Como la idea era tener una casa muy fácil de mantener, todos los pisos de los espacios comunes se hicieron de porcelanato. “Los niños andan en bicicleta adentro y no pasa nada, es muy cómodo”, dice la dueña de casa. Para darle más calidez, los cielos se hicieron en madera, igual que las puertas y el piso de las piezas.
Uno de los temas importantes era lograr un buen mix entre antiguo y moderno, que a pesar de la arquitectura más actual, igual se sintiera esa onda de casa de campo. Ahí, la decoración, a cargo de la dueña de casa, fue clave. En los distintos espacios conviven muebles nuevos, de diseño bien moderno, con otros que han ido juntando con el tiempo o que han comprado en ferias y anticuarios, como la gran alacena de la cocina, el arrimo de la salita, o las camas de fierro de las piezas de los niños.
No es raro llegar a esta casa y encontrarse con toda la familia en la cocina. Abuelos, papás, hijos, niños, guaguas en coche… Todos se juntan en este espacio, que se proyectó con el comedor incluido, para lograr un lugar con mucha vida. “Dan ganas de estar ahí, porque es cómodo, cabemos todos, y además tiene una conexión muy rica con el patio interior. En invierno, es un lugar exquisito”, cuentan sus dueños. La cocina está además súper incorporada al resto de la casa: queda justo frente al living y se puede abrir gracias a una gran puerta corredera, quedando con vista directa a la cancha de polo.
El jardín que rodea toda la construcción fue obra de la dueña de casa, quien empezó a armarlo incluso antes de tener la casa lista.
Después que la arquitecta le entregó las dimensiones finales, ella empezó a proyectar: alrededor armaron un sendero de maicillo, para poder circular a través de varios recorridos, y por un lado, unos cuadrantes con olivos; por el otro, agapantos, que le dan mucho color al jardín. La idea era tener plantas de fácil mantención, porque este es un jardín autosustentable: como la casa está muy cerca del río, la napa subterránea es la que se encarga del riego. Y los olivos cumplen una doble función, además de dar sombra y más cuento al jardín, cultivan las aceitunas; y el año pasado, por primera vez, hicieron aceite de oliva. Todo un logro.