El arquitecto Rodrigo Duque había estado un par de veces en el Valle del Elqui, pero no fue hasta que ganó el concurso para remodelar y ampliar el hotel Elqui Domos que entendió la espectacularidad del lugar. “No es sólo la increíble vista de las estrellas, es también la geografía. Resulta sobrecogedor avanzar por este valle que va culebreando entre dos farellones”, dice. No es de extrañar entonces que su proyecto tuviera como eje central potenciar la relación con la naturaleza, mismo espíritu que tuvieron los creadores del hotel, hace más de diez años. “Partimos con la idea de ser una alternativa para disfrutar el valle de manera distinta”, dice Esteban Zárate, fundador y socio. “Quisimos reinterpretar la experiencia, hacerla más sofisticada, aunque no menos espiritual; más cómoda, pero no menos alternativa; más cercana al cielo, pero no menos mágica”.
El paso de los años hizo necesaria una ampliación, razón por la cual llamaron a concurso. La idea inicial era construir dos nuevos domos, pero la oficina de Rodrigo Duque apostó por una propuesta diferente: “Para nosotros es muy importante agregar valor a través de la arquitectura. Por eso nos pareció interesante una construcción que resultara atractiva para otro tipo de pasajeros, interesados en un producto distinto a los domos de tela”, explica el arquitecto.
Fue así como proyectaron cuatro edificaciones de tres pisos que, si bien parecen cabañas, están planteadas sólo como habitaciones del hotel, o sea, sólo contemplan dormitorio, estar y baño con una capacidad máxima de tres personas. Las llamaron “observatorios”, porque en realidad su función es la de potenciar el disfrute visual del entorno: desde la pieza –y en posición casi horizontal– un ventanal de cuatro metros de ancho por casi dos de alto permite literalmente acostarse a ver las estrellas; desde la terraza –el otro elemento protagónico de la construcción– se dominan los cerros que conforman el valle.
Las nuevas habitaciones debían además recoger la condición particular de estar ubicadas justo en el cambio de pendiente, entre una vegetación tupida, frondosa, y un farellón montañoso más árido. Hechas de madera de pino, material al que el arquitecto Rodrigo Duque le da mucho valor, están ubicadas en la parte más alta del terreno, separadas del resto del hotel por un pequeño canal y una arboleda que aportan su mística. El doble techo en la cubierta superior garantiza una buena aislación –aquí no se pasa calor ni frío– y pese a que están muy cerca unas de otras, están proyectadas de tal manera de no afectar la privacidad. “Es una tipología que funciona de manera ciega hacia los lados”, explica Duque.
El proyecto contempla también la remodelación de los siete domos que ya existían, lo que pronto se concretará. “Quienes vienen a Elqui Domos son personas que buscan una experiencia distinta, esencialmente quieren descansar, pero además sienten curiosidad sobre el funcionamiento del cielo. Nos hemos dado cuenta que hay muchos chilenos interesados en la cultura y elementos locales, que buscan alternativas de alojamiento innovadoras y una gastronomía interesante en su viaje… a ellos apuntamos nosotros”, dice Esteban Zárate. Es por eso que al restorán y la piscina sumaron un observatorio astronómico semiprofesional ubicado dentro del mismo hotel y al cual hacen tours de un máximo de seis personas.