La casa de la decoradora Caterina Baselli y el arquitecto Santiago Cummins es un secreto muy bien guardado. Pareciera que está fuera de Santiago, pero en realidad está inmersa en la ciudad, en una calle residencial con muchas otras casas. Su portón es el último de la calle y, tras él, un camino de tierra –que en esta época se adorna con los colores del otoño– rodeado de enredaderas y árboles que ya botaron sus hojas, llevan a un portal con un patio interior de piedra, con una fuente, enredaderas que cubren los muros y un piso de damero con una puerta antigua de entrada.
El lugar fue diseñado por Santiago. De alerce y ladrillos, proyectó una construcción de estilo campestre “tipo toscana”, con espacios amplios pero no por eso menos acogedora. Un gran hall de distribución de doble altura, lleva a la sala de estar y los dormitorios, al living-comedor y a la cocina.
Versátil, además de decoradora, Caterina hace asesorías gourmet y tiene una pyme de sombreros y canastos, traídos de España “estilo Ibiza”. Su ojo se nota en todos los rincones de su casa. Cada espacio tiene una personalidad fuerte construida sobre la base de los colores, las obras de arte y algo que ella misma reconoce: la mezcla. “Soy bien ecléctica”, cuenta. Le gusta combinar muebles antiguos con otros más modernos, y jugar mucho con los tonos sin miedo a atreverse. Y eso se nota, porque el resultado es muchas cosas menos tímido.
En el living-comedor, por ejemplo, puso sofás naranjos, cojines rojos, sillones azules; un gran espejo de un anticuario sobre la chimenea que aporta dramatismo y cuadros de artistas de estilos muy diferentes, como Cifuentes, Durán, Vergara y Leyton. Los muros los revistió en dorado con plata, una técnica que hizo junto al artista de interiores Exequiel Fontecilla, uno de los más reconocidos pintores artísticos de muros del país. “Un buen mix”, dice Baselli. Eso sí, reconoce que cuando llega la hora de trabajar, le gusta adaptarse. Le gusta que sus proyectos tengan su sello, pero en armonía con los coloridos y gustos de sus clientes. Otra de sus obsesiones como decoradora, son los baños de visitas. Y tiene su punto. Dice que cuando las personas invitan a comer, este espacio es la oportunidad para mostrar algo diferente. “Tiene que ser un must”, explica. El de ella es completamente negro, con un lavamanos antiguo y un gran espejo.
La cocina es el espacio favorito de la dueña de casa por sus aires campestres, su mesa chilena en el centro y porque le fascina cocinar. Es este el punto de reunión familiar, cuenta. Acá llegan no sólo sus tres hijos
–Santiago, Baltasar y Celina– sino su mamá, sus hermanos… toda la familia. “Comemos sagradamente todos los días con los niños”, dice. El quincho es otro de los espacios que reúne. Desde la terraza, un camino de durmientes lleva a este espacio que Cati decoró con encanto. Varios cojines fabricados con manteles peruanos envuelven los asientos en obra frente a dos mesas de centro amarillas, estilo chilenas, mandadas a hacer por la decoradora.
Los Cummins Baselli aprovechan su casa al cien por ciento. Está siempre abierta para que la familia y amigos la usen como un punto de encuentro. Tanto así, que como regalo, para su marido, ella compró un par de telas y pinturas para que sus amigos las pintaran. Puso los dos cuadros en la entrada de la casa. Es uno de sus más lindos recuerdos.