Claro exponente de la arquitectura racionalista que en la década del 50 se construía en Buenos Aires, el edificio donde está ubicado este departamento en el barrio de Retiro fue un punto de partida para el Estudio Muradas, que estuvo a cargo de la renovación.
Para su dueño, lo que lo atrajo fue la planta, que ofrecía una continuidad visual fluida y poco habitual. Aquí, la unidad se desarrolla en una planta abierta con pocas interrupciones y con unas vistas muy atractivas hacia el frente. Esa continuidad se ve enfatizada por la uniformidad de los pisos de roble de Eslavonia, que fue absolutamente respetada y destacada. Las aberturas originales también fueron restauradas para su conservación.
Parte del trabajo del estudio consistió en lograr un cuidado trabajo de interiorismo, con equipamiento hecho a medida de los distintos ambientes, donde también era importante destacar las colecciones de objetos y de arte del propietario. Muebles, lámparas y distintos elementos de firmas como Louis Poulsen, Jean Prouvé, Arne Jacobsen, Serge Mouille, Eero Saarinen, Charles Eames, Achille Castiglioni, Vico Magistretti y Hans Wegner fueron ocupando sus puestos.
El arte también es protagonista en este departamento, con obras de Pablo Siquier, fotografías de Claude Azoulay y dos espectaculares acrílicos de Rogelio Polesello, uno de los cuales funciona como una división virtual entre el living y el comedor, mientras que el otro recibe a los visitantes en el hall de entrada.
Para destacar parte de las obras, se pintaron algunos muros de color negro. El objetivo de resaltar el carácter fluido entre los espacios también se tuvo en cuenta a la hora de escoger los muebles, que permiten desplazamientos muy amables.
La pieza principal se conecta a través de dos aberturas a un espacio que combina vestidor con sus puertas espejadas, lugar de lectura y relax. Los baños fueron íntegramente reformados con materiales y accesorios que respetan el estilo de la construcción. La cocina, en tanto, se refuncionalizó conservando los muebles originales y adaptándolos a los nuevos usos. Pese a estas innovaciones y la prolijidad que aportan, en la cocina predomina el clima tradicional de los muebles de antaño, que dejan la vajilla y una serie de elementos a la vista. Como en cada uno de los ambientes de la casa, el buen diseño está presente.