Entrar a la casa en Puerto Varas de la diseñadora María Correa (@diseno_mariacorrea) es toda una experiencia: entre ella y su marido, el arquitecto Tomás Montes (@tomasmontesv), han creado pequeños mundos que se asoman en cada rincón. “Los dos somos súper coleccionistas de cosas, estamos llenos de detalles, siempre armando rinconcitos. En cada lugar hay un escenario, una historia. Tomás pasa y le pone un pájaro a una planta. Nuestros hijos arman figuras de plasticina y se suman también”, cuenta María.
Llevan dos años en este espacio, que proyectó Tomás, pero 10 años viviendo en Puerto Varas, donde llegaron cuando su hijo mayor tenía dos años. María cuenta que siempre han trabajado “un poco juntos”. De hecho, uno de sus grandes proyectos fue el restorán El Humedal, que armaron en una casa que remodeló Tomás y donde luego María se hizo cargo del interiorismo. “Con eso me hice más el nombre de interiorista acá en el sur”, explica. De a poco empezaron a llegarle proyectos: remodelaciones de casas, asesorías en terminaciones, casas completas. “Y mientras hacíamos estas casas fantásticas, nosotros vivíamos en una muy básica, siempre esperando poder construirnos”.
Finalmente, hace un par de años dieron el salto. “El proceso de proyectar y construir la casa fue muy largo y muy bonito, porque la pensamos muchísimo”, cuenta María. Tomás estuvo a cargo de la arquitectura y la diseñadora se enfocó en cómo se iba a vivir la casa. Antes de empezar la construcción, se fueron a vivir a una pequeña cabaña que había en el mismo terreno, lo que les permitió estar metidos a full en el proceso y poder ajustar detalles en el camino.
El primer piso de la casa, donde están todas las áreas comunes, se proyectó como un gran espacio abierto, pero con una diferencia: un gran mueble rojo divide el living de la salita, donde hay un escritorio y el televisor. Para hacer este mueble se inspiraron en una casa que arrendaron en Chapelco, donde había una gran chimenea de piedra, “donde sucedía mucho alrededor”, cuenta María. “Siempre pensamos en este mueble con chimenea, pero finalmente fue mutando y terminó en lo que es. Fue bonito también darle color. Al principio Tomás estaba un poco asustado con la decisión, pero en realidad tenemos todo de madera, había que darle un punch. Además, separa muy bien los espacios: estamos escuchando música en un lado, los niños viendo tele en el otro y se separa perfecto. Es el ícono”, explica.
Otro espacio que era clave para esta familia era el quincho comedor, un espacio que está fuera de la zona común y que se proyectó como un jardín de invierno o winter garden, conectado a la cocina. “Nos gusta mucho cocinar y nos encanta invitar, entonces en este quincho suceden demasiadas cosas. Era un espacio fundamental, porque genera esta instancia de afuera y adentro”, cuenta María.
Y algo que llama la atención en esta casa es el uso de antigüedades que parecen hechas para el espacio, porque realmente fueron así. Muchos de los muebles los trajeron de Santiago y, cuando empezaron a hacer el proyecto, pensaron exactamente dónde ponerlos. “El mueble de la cocina siempre lo imaginamos ahí, entonces le dimos el espacio. El del baño lo encajamos justo, entonces eso hace que la casa sea realmente redondita, muy acogedora”.
La casa además se transformó en escenario para El Objetual, una venta que hace María dos veces al año, donde se puede encontrar arte, cosas que manda a hacer, otras que hace ella misma, además de objetos de otros creadores de la zona. La idea es que sean cosas variadas y distintas, poco vistas, y ha sido todo un éxito, porque logra transmitir un poco la esencia de este estilo tan escenográfico. “Nosotros estamos fascinados con la casa. Nos pasa mucho que seguimos comentando con Tomas: qué rica nos quedó… Estamos demasiado felices”.