Siempre me atrajo el arte, por lo que es capaz de transmitir, por la historia que trae, por la estética y por ser una forma de despertar los sentidos, la inteligencia y las emociones no solamente en un museo o galería sino incluso dentro de una casa”, responde Alberto Rebaza cuando le pregunto cómo llegó al mundo del arte. Su departamento debe ser de los más impactantes de Lima. Con un sentido innato para rastrear a los nuevos creadores, compró y transformó este dúplex en San Isidro en una galería. Junto a él viven su señora, Ginette, y sus dos hijos, Micaela y Sebastián. Acá el coleccionismo es un trabajo en conjunto.
Juntos van a ferias y bienales en Perú y del mundo. De a poco la opinión de los niños ha influenciado las decisiones de compra. Y así, con los años, han logrado una gran colección que han repartido, literalmente, por todo el lugar, hasta en la cocina y el baño. Y sus vecinos del edificio (son sólo cuatro departamentos) les dieron permiso para poner un par en el lobby y en el gimnasio. En medio de un barrio tranquilo y residencial, cercano a cafés, librerías y tiendas, el departamento de los Rebaza es como un oasis. El lugar se transforma en un espacio más increíble todavía cuando se sale a la terraza, está sobre un parque privado donde la familia armó su jardín. “En general la casa se deja disfrutar, uno de nuestros lugares favoritos es la terraza que da sobre el parque, es como estar al aire libre y podemos aprovecharla de día y de noche”, cuenta el dueño de casa. Como buenos limeños, la comida es otra de sus aficiones. Además Alberto hace triatlón y su hijo juega tenis. Micaela hace de todo un poco y Ginette “de todo un poco menos”, se ríe.
Con colores y líneas estridentes, el trabajo del peruano Armando Williams fue el que despertó la inquietud coleccionista de Alberto. Los matices de la selva peruana trabajados con un “refinamiento y simplicidad muy particular del arte contemporáneo” eran el ejemplo perfecto de lo que Alberto creía que el arte era capaz de transmitir. Así, empezó de a poco a leer, investigar, recorrer galerías, conocer gente y finalmente comprar. Después de coleccionar durante varios años arte contemporáneo peruano, pasó a coleccionar arte latinoamericano contemporáneo. Se planteó la idea de que el arte era una forma de entender los países y como viaja mucho por Latinoamérica, encontró en el coleccionismo una forma de acercarse a la idiosincrasia y misterios de los países. Y eso que su trabajo tiene nada que ver con este mundo; Alberto es abogado especializado en compra y venta de empresas. Aun así, es director del Museo de Arte de Lima (MALI) y preside su Comité de Adquisición de Arte Contemporáneo. Los años lo han hecho experto y por eso su colección es más que nada un proyecto en familia, no se apoyan en curadores ni art advisors. “Nos reunimos con mucha gente conocedora, pero el perfil y las decisiones de la colección son enteramente nuestros”, asegura. Casi la mitad de las obras son de artistas latinoamericanos, la otra mitad de peruanos y una parte más chica de lo que él llama “pecados”, artistas fuera de Latinoamérica. ¿El último? Una pintura/instalación del portugués Joao Pimentao.
Es tanta la afición por el arte de esta familia que al lado de su departamento abrieron la Residencia de Al lado, un proyecto familiar que consiste en un espacio donde los artistas pueden vivir, producir y mostrar su obra. Esta residencia está disponible para periodos de entre dos y cuatro meses. “Para nosotros es una forma de colaborar en la integración de la escena artística peruana con el mundo”, dice el dueño de casa. Han tenido artistas de España, Polonia, Argentina, Venezuela, Ecuador y Alemania. De hecho, en agosto es el turno del chileno radicado en Nueva York Ernesto Burgos y sus esculturas. Es parte del aporte que hacen los Rebaza para mover el engranaje del mercado del arte.