Durante la construcción, que tardó 18 meses, el dueño de casa viajó todas las semanas a Calera de Tango para la reunión de obra. Se levantaba a las seis de la mañana para estar allá entre las 7 y las 8. El terreno se lo habían regalado sus suegros a su señora para el matrimonio y a ambos les entusiasmaba la idea de construirse algo. A ella porque cuando chica vivió ahí un tiempo y “le tiraba la familia y para mí porque me gustaba mucho la arquitectura, el paisajismo y pensé: ‘Aquí tengo un proyecto’”, cuenta.
Ingeniero de profesión, mateo y bien organizado, compró más de 100 revistas Casa y Campo, ED, publicaciones europeas de casas alemanas, francesas, españolas, también en Estados Unidos. Leyó, guardó fotos, investigó, hasta que ya tuvo claro lo que quería: una casa de piedra, hecha con materiales de demolición, tejas, pero no chilenas sino la marsellesa, madera y un gran parque. Para eso, tenían un terreno de 12 mil metros.
Trabajó con un amigo arquitecto, Diego Vergara, y la paisajista María Teresa Pollarolo lo ayudó a hacer el masterplan del jardín cinco años antes de empezar a construir. Fue entonces cuando decidió plantar unos 200 árboles en el parque, que ya habían crecido mucho cuando comenzaron a hacer la casa.
Para los materiales buscó en demoliciones y remates. Compró vigas de pino Oregón y de roble americano. La piedra la encontró en una cantera cerca de Calera de Tango, lo dejaron sacarla y se consiguió camiones para llevarla hasta el sitio, y la teja marsellesa la descubrió en una demolición en Linares. Así, cada elemento de la casa pasó a tener una historia.
Durante todo el tiempo de la construcción, que estuvo llena de detalles, trabajaron junto a un carpintero y a dos piedreros. Con ellos también hizo los caminitos y las pircas de piedra en el jardín, que en algunas partes tiene un estilo afrancesado. Los marcos de las ventanas y las puertas fueron construidas por un maestro a medida, mientras que muchos elementos de las demoliciones se usaron para partes de la casa, como la chimenea, que está hecha con partes del borde de una piscina de una casa en Providencia.
La casa terminó siendo un “mix de inspiraciones que había visto. Me entretenía mucho el tema del jardín, para mí es un hobby dedicarle tiempo. Ahora, lo que estamos haciendo es llenar la casa de elementos como esculturas, cuadros y maceteros”, dice el dueño de casa. Junto a su señora se han preocupado de la decoración, que cuenta con muebles del parque Brasil, cosas mandadas a hacer, como también piezas de decoradores, lo “bonito puede estar en cualquier lado”, agrega.
Junto a sus tres hijos disfrutan estar allá y van, por lo menos, una vez al mes. “Mientras más pasa el tiempo, la casa y el jardín son cada vez más bonitos”, dice. Les gusta ver cómo cambia todo en las diferentes épocas del año. Además, a los niños les encanta ir porque sus abuelos viven ahí hace 35 años y la casa de ellos queda a unos 300 metros. Todo es parte de un campo, que tiene unas 30 hectáreas. “Nos juntamos ahí como familia”.