En 2018, tras la inesperada muerte de su padre, y como parte de su proceso de duelo, la diseñadora Jacinta Valenzuela renunció a su trabajo y comenzó a experimentar con la cerámica gres, algo completamente nuevo para ella. Tomó clases con una profesora que le enseñó que era un material versátil con el que se podía jugar en cuanto a formas y colores y que, a diferencia de lo que ella estaba acostumbrada a ver, podía ser usado para crear no solo objetos rústicos, sino también modernos.
“Me enamoré del gres y quería seguir perfeccionándome. Sabía que existía un diplomado en una universidad y que podía seguir tomando cursos, pero sentía que me iban a entregar conocimientos poco profundos. Lo que yo quería era manejar la técnica a la perfección”, cuenta.
Conversando con ceramistas, le recomendaron trabajar en un taller en donde pudiera estar cerca del material de manera constante. Al poco tiempo se integró a un equipo de ceramistas, en donde estuvo dos meses trabajando a la par con maestros que llevaban años en el rubro. Entendió nuevas maneras de manejar la cerámica, aprendió a cargar hornos, a sacar las placas de ellos y a minimizar errores en los procesos de quema, lo que más tarde sería clave en el desarrollo de su marca propia.
Una vez que se sintió con suficiente confianza, armó un taller en su casa, compró todos los materiales que necesitaba – incluyendo un horno- y comenzó a elaborar productos de diseño propio, los que vendía a amigas y conocidas. En paralelo, materializó su idea de hacer clases, y comenzó a recibir a sus primeras alumnas. Pero lo que empezó en una pequeña habitación, terminaría transformándose en algo mucho más grande.
Jacinta recibió lo que ella llama una herencia creativa: sus dos abuelas eran artistas, y si bien sus papás, veterinarios, se desenvolvían en torno a las ciencias, siempre fueron muy creativos en la cotidianidad. Esto influyó no solo en la diseñadora, sino también en sus hermanas: la mayor es artista, y la menor, fonoaudióloga con muchos recursos creativos autogestionados que usa para trabajar con niños. “En mi casa podía trabajar, desordenar y ensuciar con total libertad, porque mis papás también lo hacían. Si quería experimentar con madera, tomaba la sierra, cortaba, llenaba de aserrín y nadie me apuraba por limpiar ni me retaba por desordenar”, cuenta.
Esta creatividad es algo que, a nivel familiar, se potencia hasta el día de hoy. Por ejemplo, las navidades tienen una sola regla que todos, incluyendo sus cuñados, tienen que cumplir: los regalos no pueden ser comprados, sino que hechos a mano o conseguidos en alguna parte. Y este modo de vida se hizo aún más tangible cuando la familia construyó una casa en Puertecillo, la que decoraron con objetos creados de manera artesanal por Jacinta, su mamá y sus hermanas.
“Queríamos que el interiorismo fuera acorde al lugar, por lo que buscamos incluir fibras naturales, piedras de la zona y colores neutros. Mi mamá tejió los cojines, las bajadas de cama y la alfombra del living. Yo hice toda la loza, algunas lámparas – otras las hicimos con troncos del lugar – y hasta escuadras en cerámica. Mi hermana menor aprovechó restos de madera e hizo unos velones gigantes, bancas y mesas de apoyo, y la mayor armó un parque infantil para sus hijas”, señala.


En 2021, el pequeño taller que armó en su casa le quedó chico y tuvo que buscar un nuevo espacio que pudiera acoger a sus alumnas, a sus productos, y a todas las ideas que se estaban gestando en su cabeza. Eligió hacerlo en compañía, y junto a tres amigas emprendedoras arrendó una casa en Las Condes. A la par, creció la demanda, por lo que contrató a su primera ayudante, lo que le permitió hacer más clases y aumentar su producción.


Desde ese momento, su crecimiento se disparó. Comenzó a relacionarse con artistas, otros diseñadores, ilustradoras y creativos de otros rubros con quienes compartían todos sus datos y se potenciaban entre sí.
“Me fui dando cuenta de que la colaboración es esencial en la historia de mi marca. Compartir con otras personas fue la base para todo lo que vino. En 2023 me asocié con Cristóbal Rioseco, creador de Cerio, y abrimos Punto C, una tienda en Alonso de Córdova en la que reunimos a varias marcas chilenas, y en donde logramos mostrar que el diseño nacional es muy potente”, dice. Junto a su socio, y por encargo de ProChile, fue la responsable de la curatoría y organización de una visita de compradores de diseño que venían de México, Hong Kong y Estados Unidos. Ayudó a cada marca con la selección de sus productos, les sugirió cómo podían lucir más en la muestra y se preocupó de que a todos les fuera bien. La muestra fue un éxito.


En 2024, de la mano de ProChile, llegó a Shoppe Object en Nueva York, una feria semi anual en donde, tras una cuidada curatoría, más de 500 creadores y artesanos presentaron sus marcas ante diferentes tiendas y potenciales clientes. El resultado fue una exitosa negociación con The Citizenry, tienda con sede en Soho y con despacho a todo Estados Unidos, que encargó y compró 450 piezas, entre platos y jarros de cerámica. Además, trabajó en una colaboración con Asma Studio que hoy se vende en Rentrayage, marca de lifestyle sostenible.
Hoy, Jacinta se encuentra planificando su próxima colección inspirada en la maternidad y los niños, y no descarta la posibilidad de abrir una nueva tienda en el mediano plazo, y así, seguir acercando el diseño chileno a las personas.