El lindo y silencioso camino que conduce a esta casa no hace otra cosa que aumentar las expectativas. El lujo de poder estar en medio de un parque en Lo Barnechea con enormes y antiguos árboles que ignoran la ciudad, suma puntos a favor. Y no sólo eso, este es un terreno compartido, donde los primos han crecido juntos, lo que hace que la familia sea lo más importante.
La casa no decepciona, al contrario. Proyectada hace más de 16 años por el arquitecto Max Cummins, conserva y potencia ese aire campestre propio del lugar, pero complementado con los toques contemporáneos que caracterizan la obra de este arquitecto. Como explica su dueña, esta es una casa súper funcional, de espacios amplios y conectados entre sí, que desde el comienzo fue concebida para ampliarse. “Además la casa fue emplazada en relación a los árboles que había, principalmente el sauce de la entrada y los liquidámbar del jardín”, agrega.
Y así ha sido. Los espacios han ido creciendo junto a las tres niñitas, las que hoy disfrutan cada una de su pieza, todas amplias, todas de acuerdo a sus personalidades y necesidades y todas conectadas por una gran salita, uno de los tantos corazones de la casa.
Resultado de la inigualable capacidad de su dueña para mezclar sin susto, aquí los géneros, los tonos, los muebles, los cuadros, son diversos y distintos, pero en conjunto logran ambientes armónicos y originales. Como ella misma confiesa, la casa la ha ido vistiendo de a poco, con cosas compradas, otras heredadas y el resto reciclado; cada rincón es armado sin apuro ni pretensiones. “Me gusta que sea cálida y luminosa y me manejo en una paleta de off colors”.
Los otros corazones son la pieza principal, ubicada en el segundo piso, y que tiene una rica terraza con vista al parque; la cocina luminosa, cuyas baldosas Córdova delatan la debilidad de su dueña por los tonos verdes y, finalmente, la salita junto al living, el lugar más usado por esta familia.
Alta y espaciosa, esta casa resulta en ocasiones teatral, pero son la luz y el exterior los que se roban la película. Ahí, la protagonista es la ampelopsia, la enredadera que cubre los muros enmarcando la casa de forma distinta en cada estación. Según su dueña, en el otoño es lejos cuando mejor se ve, porque su color cobrizo combina con los liquidámbar.