Viene llegando de Buenos Aires. No alcanzó a bajarse del avión y se encerró en un set a grabar la nueva publicidad de una multitienda. Proyectos no le faltan, pero tal vez sí algunas horas al día. Es que Javiera Díaz de Valdés está en una nueva etapa y tanto en ésta como en las anteriores, la actriz ha abierto las puertas de su casa para recibirnos. Primero fue en un departamento de recién casada con vista al Club de Golf Los Leones, en el que ya se podía identificar su gusto por un look tipo bazar, y después una casa en Vitacura que gracias a su enorme y antiguo jardín, daba la idea de “un campo en medio de la ciudad”, el espacio ideal para los juegos de su hija Rosita. Pero esta vez su vuelta a la soltería la llevó a buscar un lugar más céntrico y fue así como llegó a este departamento ubicado en Pedro de Valdivia que, según cuenta, es el fiel reflejo de su nueva independencia y de una etapa luminosa en su vida.
La conquistó su estilo francés, lo antigua de la construcción, su luz, sus dimensiones justas –su última casa le quedó muy grande–, porque está cerca del colegio de la Rosa y porque a su ventana llega una parra que, según cuenta, le da uvas para el desayuno. Otro punto a favor fue que no necesitó meter maestros ni estresarse pensando en hacer remodelaciones o mejoras, ya que estaba en perfectas condiciones. Dice que el cambio no la puede tener más feliz, que ha sido lo máximo y que vivir en departamento le da mayor libertad y menos preocupaciones. Hasta su conocida gata Juanita Vial está contenta con sus nuevos amigos del barrio.
Como ya tiene harta experiencia, ella misma se encargó de decorarlo… y se nota. En el poco tiempo que lleva aquí se ha preocupado de dejar su marca en cada rincón, con lo que se hace difícil pensar que se instaló hace sólo cuatro meses. Es que no puede negar que es busquilla y que tiene cierta debilidad por las antigüedades y curiosos objetos. “Mi decoración es bien espontánea y relajada. Un poco desordenada y sin reglas, además de que todo tiene historia. Siento que tiene que ver mucho con la personalidad de uno”. Así, por más que trató de deshacerse de varias cosas, lo cierto es que no le fue tan bien en esta misión y terminó por reciclar gran parte de ellas. Lo que dejó atrás fueron algunos muebles más grandes que no cabían en este lugar, además de objetos más oscuros y una que otra “rareza”. Dice que los muebles que tiene hoy son cosas que ha ido encontrando por la vida, la gran mayoría de ellos de materiales nobles pero que se mezclan con algunas “chulerías”. “Soy un poco Diógenes.
Pensaba que este departamento iba a ser más pulcro, pero fue imposible”. Para todo lo demás que le faltaba, se dio el tiempo de recorrer tiendas y anticuarios, además de visitar San Telmo y Dorrego en Buenos Aires. Lo que no cambió fue su colección de óleos, dibujos y grabados de jóvenes artistas chilenos como Cristián Elizalde, Santiago Ascui, Francisca Benedetti, Margarita Dittborn, Jacinta Beza y Matías Santa María.
Pero aclara que todavía le falta y no sólo a la decoración, sino también le hace falta entrar en la rutina de vivir su casa. Que no ha podido invitar tanto como le gusta, pero que espera empezar luego a hacer improvisados almuerzos y comidas para sus amigos.