Quizás su nombre no dice mucho pero el trabajo que lleva adelante la Fundación La Fuente es tremendamente importante. Creada en el año 2000, nació con la idea de acercar a la gente a la lectura –especialmente a quienes viven en zonas rurales y más vulnerables–, para que tengan la oportunidad de contar con buenas colecciones de libros y además, que sientan esta actividad como algo cercano… que disfruten leyendo. Un gran desafío que han conseguido con éxito a través de la implementación de distintos proyectos como el mejoramiento de bibliotecas públicas y la creación de bibliotecas escolares, además de las Bibliomóviles con las que llegan hasta los rincones más lejanos de nuestro país.
Hace 14 años no era más que un grupo de nueve jóvenes muy entusiasmados con la propuesta. Tan animados, que lograron contagiar a varios más. Así la casita donde empezaron en Providencia les fue quedando chica y no quedó otra opción que cambiarse a un lugar más grande. En el 2009 encontraron una antigua casa en Ñuñoa, el espacio perfecto para seguir ampliando sus proyectos. Eso sí, aunque querían conservar ciertos aspectos, era necesario remodelarla. El encargo se lo hicieron a la arquitecta Lorena Mussa y para la decoración llamaron a la oficina Grisanti + Cussen, todos muy cercanos a la fundación ya que los han apoyado en distintas iniciativas y conocían bien sus gustos y necesidades. “Nos identifica mucho su mezcla entre el pasado y lo contemporáneo que hacen Hugo y la Kana. Nos gusta su amor por los colores, por los materiales sencillos y los objetos entretenidos. Una estética clásica pero con toques de humor”, explica Claudio Aravena, gerente de proyectos de la fundación.
A los decoradores se les pidió que crearan un proyecto sencillo, de bajo costo pero de alto impacto y que se uniera muy bien a la tarea que se habían fijado de recuperar esta antigua casa. Como aquí la creatividad y la interacción están a la orden del día, era fundamental contar con áreas comunes que invitaran a compartir y a buscar nuevas ideas, además de escritorios para todo el personal. “Necesitábamos un espacio grande para reuniones masivas, pero también rincones de encuentro para conversar o analizar un proyecto… Lugares que sirvieran para estimular la creatividad necesaria en este trabajo”, agrega Aravena.
Con esto en mente, los decoradores propusieron la creación de una buena sala de reuniones, otra de menor tamaño, un par de salitas de estar y un patio más íntimo. Todo bajo el concepto de “casa de los cuentos”: llena de detalles, con pequeños objetos de papel, de libros repartidos por todas partes y sillones cómodos para sentarse a leer… “Aquí todo indica que quienes trabajamos acá, somos amantes de los libros”, remata Aravena. Así, en el sector de las oficinas se usó harto color, con muebles diseñados por Bravo!, alfombras Interface Flor y sillones vintage restaurados, además de lámparas y cuadros de Victoria; mientras que en el área donde se encuentran las distintas salas de reuniones optaron por una estética más natural. Eligieron madera de Guayubira de Duomo para el piso y también para el revestimiento del hall de entrada, mesas de The Andes House, sillas de Sala Vitra y Officio Mondó y alfombras en tonos crudos de Ignacio Larraín. Una mezcla que no cansa y que invita a tener todos los sentidos bien despiertos, a la espera que nazcan nuevas y mejores ideas… quizás qué historias pueden salir de aquí.