Hay pocos lugares más románticos que París, eso está claro. Y si a eso le sumamos un hotel boutique cinco estrellas, en pleno barrio de Saint-Honoré, la experiencia está completa. Esa es la propuesta de Le Roch Hotel & Spa, un pequeño escape en pleno centro de la capital francesa, en un edificio del siglo XIX –parte de las remodelaciones hechas por Haussmann durante el mandato de Napoleón III– completamente renovado por el arquitecto Vincent Bastie, quien logró mantener el estilo, la elegancia y la sobriedad del diseño original.
Aunque por fuera poco se puede ver, apenas se cruza el umbral de la calle Saint Roch, el hotel sorprende con una decoración con una firma clara: Sarah Lavoine. La decoradora, un icono del estilo parisino y reconocida internacionalmente por su experiencia con el color, creó un espacio dramático, elegante y lleno de personalidad. Y es que no sólo es una decoradora brillante, también es una amante del barrio. Vive ahí hace más de 20 años junto a su marido y sus hijos; en esas calles tiene su oficina y abrió su primera tienda. En este hotel –el primero que diseña– el desafío era lograr imprimir en cada detalle su idea de la comodidad, y personificar el estilo parisino que ha popularizado de una manera cálida y acogedora. Para lograrlo, se imaginó el hotel como un departamento privado, combinando colores, materiales y cientos de detalles pequeños que uno podría encontrar en una casa.
Lo primero con lo que uno se encuentra al entrar es el lobby: un espacio donde los colores oscuros y atrevidos se mezclan con materiales cálidos y naturales. Ahí, la biblioteca se levanta como un lugar tranquilo y relajante, donde se conversa casi en susurros.
En contraste con esta primera impresión, llena de negros y azules, la luz del día entra clara al bar y al restorán –a cargo del reconocido chef Arnaud Faye, con dos estrellas en la guía Michelin– a través de un gran tragaluz redondo. Ahí, el espacio se viste con banquetas y sillas de terciopelo en los colores que ya se han convertido en la firma de Lavoine: azul, verde y rosa pálido. El restorán se conecta con el jardín, que es el lugar perfecto para desconectarse de la locura de esta ciudad, sin tener que moverse.
Las 32 piezas del hotel, además de las cinco suites, fueron diseñadas como típicos departamentos parisinos, siguiendo la misma paleta de color que se usó en las áreas comunes. Estampados geométricos y detalles en terciopelo en las piezas, conviven con los mosaicos y el mármol de Carrara de los baños, siempre con el negro como hilo conductor.
Otro de los grandes lujos de este hotel es la piscina interior, una rareza en pleno París. Con luz natural, mosaicos negros y un piso gris de piedra volcánica, se puede nadar y, tras pasar bajo una pequeña cascada, entrar al sauna… Relajo en su máxima expresión.
Y aunque el hotel es increíble, cuando uno visita París, casi siempre lo que quiere es recorrer, y este es el mejor punto de partida: está al lado de la Rue Saint-Honoré, una de las calles más codiciadas para los fanáticos del shopping del mundo entero y muy cerca de restoranes y pequeños almacenes gourmet. El Louvre, un infaltable en cualquier visita, está a solo 10 minutos caminando, igual que la Place Vendôme, el Palais Royal, la Opera y el Jardín de las Tullerías. Acá, los panoramas no faltan jamás.
leroch-hotel.com