No es exagerado afirmar que esta casa se pierde entre los antiguos árboles, enredaderas, flores y plantas que la rodean. Construida en 1994 en El Arrayán, esta casa es obra del destacado arquitecto nacional Christian De Groote (1931-2013), y sus altas paredes de piedra, grandes ventanales, lucarnas y juegos de agua delatan el talento de este Premio Nacional. Inmersa en un enorme parque de más de seis mil metros, aquí la naturaleza entra hasta por los poros, se toma todos los rincones y se convierte en la protagonista. Sus actuales dueños llegaron a este lugar hace poco más de seis años. Conocían la casa desde siempre y apostaron por ella cuando supieron que estaba a la venta, asumiendo la responsabilidad de conservar el parque como se merecía. Se atrevieron, se lanzaron en esta aventura y hoy el tiempo les confirma que hicieron lo correcto. “Vivir aquí es realmente maravilloso, es como estar en el campo, fuera de la ciudad, pero a 15 minutos de todo. Todavía se instala afuera la señora a vender pan, empanadas, huevos y miel. Lejos la mejor de las combinaciones, dice su dueña”.
Fueron muy pocos los cambios que realizaron en la estructura de la casa cuando llegaron, más bien se adaptaron a ella y sus espacios y, muy de a poco, fueron haciéndola suya. Conservaron piezas dignas de museos que dejaron los dueños anteriores, como una puerta de Castilla, España del siglo XVI, que separa el sector del dormitorio principal. El resto, fue comenzar a llenarla con las cosas que les gustaban, algunas compradas en anticuarios, otras traídas de algunos viajes, mandadas a hacer especialmente o recicladas… Todo tratando de privilegiar la vida en familia y pensado para sacarle partido a las vistas, terrazas, patios y el maravilloso parque. Éste merece punto aparte. Obra de los paisajista Sanfuentes y Echeverría, este enorme jardín está dividido en varios sectores, como la rotonda, el sector de la piscina, la pérgola, el quincho, el espacio de la casita de muñecas y más, todos conectados a través de senderos que se pueden recorrer a la sombra de árboles añosos. También abundan los juegos de agua: caídas, fuentes y pilas que se suman al sonido del río que limita el terreno. El toque moderno lo dan una enorme escalera roja apoyada en una majestuosa haya, una silla formato XXL, también roja, en el sector de la rotonda y otras intervenciones hechas por el dueño de casa. Como es de imaginar, aquí son todas las juntas de curso, las fiestas de fin de año y los mejores asados de cordero al palo. “Este lugar es maravilloso y nos gusta compartirlo con nuestra familia y amigos”, comenta la dueña de casa.