Después de enamorarse de Chiloé en unas vacaciones familiares, hace más de 10 años, los arquitectos Carolina Portugueis y Martín Labbé, de la oficina Labbé Portugueis, decidieron comprar un terreno en la isla, sin pensar en construir todavía. En esos años ni siquiera existía el aeropuerto que hoy une Chiloé con el continente, así es que los accesos eran más difíciles y no había tanta conexión. Por varios años lo usaron para ir a acampar junto a sus dos hijos y disfrutar del bosque de arrayanes que rodea este espacio, lleno de chucaos, búhos y pajaritos. Y hace cinco años, finalmente empezaron la construcción.
El proyecto siempre se planteó como un espacio para la familia, sin piezas de invitados ni muchos metros cuadrados. Era realmente un refugio familiar. “Fue un ejercicio súper bonito, porque queríamos construir lo mínimo: en términos de presupuesto y en metros, pero que tuviera el lujo del lugar”, cuenta Carolina. Así fue como nació esta cabaña, que deja ver su techo a dos aguas negro en medio de las copas de los arrayanes (…)*.
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