La opción era vender o remodelar. Después de 20 años viviendo en la misma casa, sus dueños, o mejor dicho, su dueña, necesitaba un cambio. Ella tenía en mente un departamento y simplificarse la vida, pero ni su marido ni sus cuatro hijos estaban muy tentados con la idea. Tanto así que lograron convencerla y optaron por llamar al arquitecto y diseñador de interiores, Germán Margozzini, para que le cambiara el look a todo el primer piso y, de paso, para que esta construcción de Christian De Groote reconquistara a su dueña.
Después de una reunión en la que le explicaron a Germán que querían algo contemporáneo, de inspiración italiana y masculina, él les hizo una atractiva propuesta que los convenció, sobre todo, porque no tenía nada que ver con la decoración anterior. Ahora primaba la madera, el cuero y los tonos grises. Una nueva vida para una casa a la que se le habían venido los años encima.
Una vez decidida por el proyecto, ella, muy resuelta y práctica, vendió absolutamente todo en una semana y sólo conservó un par de cuadros y las sillas de comedor. Además, se trasladó junto a su marido a la salita del segundo piso y se armó de paciencia, porque “acampó” en su propia casa durante ocho meses.
Pero asegura que valió la pena. Hoy viven prácticamente en un lugar nuevo. El propio Germán cuenta que cambiaron todo el piso, revistieron las paredes con madera y género, botaron muros, reemplazaron el piso, modernizaron la iluminación y construyeron un quincho integrado al living y comedor que se convirtió en el corazón de la casa. “Fue una obra bastante importante, porque remodelamos absolutamente todo: living, comedor, terraza, quincho, dormitorio y baño principal. En todos estos espacios optamos por tonos oscuros, muebles de líneas modernas, en su mayoría italianos, y obras de arte contemporáneas, muchas nuevas y otras que tenían los dueños de casa, pero que renovamos cambiándoles el marco”.
En el living –antes blanco, y con la típica mesa de centro de vidrio cuadrada, un par de sofás clásicos y los inconfundibles sillones de cuero– hay un sofá en ele gris marengo, una banqueta capitoné de cuero, un juego de mesas redondas en el centro y sillas al más puro estilo made in Italy. Y sobre las paredes enchapadas en madera cuelgan las obras de Lucas Estévez y Benito Rojo. En el comedor, reemplazaron la mesa de cristal por una negra, reciclaron las sillas y sumaron género en las paredes, un espejo biselado y un cuadro de Cifuentes Soro.
Pero sin duda el gran cambio fue el quincho, antes postergado al último rincón del jardín y hoy convertido en la estrella. Completamente vidriado para usarlo invierno y verano, con comedor y toda la infraestructura necesaria para que funcione de manera autónoma (refrigerador, doble parrilla, TV, lavavajillas, etc.), este es el lugar de reunión de la familia y de los amigos. “Incluso los niños lo usan para estudiar, porque es calentito y muy luminoso. Y esa fue justamente la idea, inyectarle energía y vida a esta casa para que siga siendo un centro de reunión alegre y entretenido”, concluye su ahora orgullosa dueña.