Un antes y un después. Este departamento grafica fehacientemente la etapa de la vida en que se encuentran los dueños de casa, un matrimonio que tras la partida de sus siete hijos decidió dejar atrás una casona con un terreno de 6 mil metros cuadrados, y buscar en la ciudad un lugar más pequeño, apacible, cercano al trabajo de ambos y donde también pudieran disfrutar de la vida al aire libre. La elección fue un edificio de líneas contemporáneas y con muy pocos años de construido, un penthouse, con un balcón privilegiado y amplísimo que recorre todo el lugar.
En cada rincón se ve el buen ojo de este matrimonio para elegir cada mueble y objeto de su casa, les gusta el arte, los muebles de estilo y época y son asiduos a remates y anticuarios. Muebles franceses, cómodas inglesas, cajuelas chinas y art decó, además de mucho arte colonial y una colección de platería son parte de lo que han ido reuniendo durante su vida y que aquí mezclaron con gracia con otras cosas contemporáneas.
Desde un comienzo decidieron mantener el grueso de la decoración que ya tenían, querían que se sintiera al entrar algo familiar, una sensación de estar en el mismo lugar de siempre, pero con un acento distinto que los sorprendiera. Llamaron al decorador Fernando Ruiz para que con su expertise refrescara la estética y le diera esa cuota rejuvenecida que tanto buscaban en el look de su nuevo apartamento.
“Hay que entrar a picar; porque había que adecuar el interior a los nuevos propietarios”, dijo Fernando cuando entró por primera vez. Se eliminó una gran chimenea empotrada que recorría ambos muros del living y que sólo daba una alternativa para poner el sofá principal, de espalda a la vista. “Inconcebible, los dueños de casa querían siempre estar mirando la vista a los cerros”, recalcó. Tampoco le gustó que el hall de acceso estuviera revestido en piedra cuando tenía apenas 2,60 metros de altura. “Se veía pesado y creaba el efecto óptico de una espacialidad más pequeña”. Esto fue algo que se sacó en la primera etapa de remodelación.
Lo último, y no menor, fue darle una sensación de mayor amplitud al departamento al cambiar el piso del exterior a un porcelanato con un aspecto de madera blanqueada. La mampara vidriada, los delgados perfiles en color negro y la elección de la cubierta de Hunter Douglas y que permite regular la entrada de luz, fue lo siguiente. Pero el gran hit fue la altura de ésta, no se instaló a la altura de la mocheta, sino que a casi 4 metros. “Hubiese sido una visera que tapaba la panorámica y las cimas de los cerros. Este es un departamento donde la decoración no es la gran protagonista”, puntualiza Ruiz.
La compra de nuevos muebles fue clave para refrescar el ambiente. En Estados Unidos adquirieron los dos sofás de líneas rectas del living, los que dieron la pauta para pintar los muros topo y elegir los muebles de terraza. El acento de color se dio con dosis pequeñas de naranjo Hermès. “Lo nuevo debía ser contemporáneo y de líneas puras justamente para contrastar con los muebles de estilo y época”, concluye Fernando Ruiz.