Silvestre

Un cirujano plástico “enamorado de la estética” es el dueño de esta casa en Catapilco donde la arquitectura se integra orgánicamente al entorno. Alrededor de la construcción el jardín, las especies nativas y el paisajismo se hacen uno. Es que para su dueño la armonía es determinante y se nota en todos los detalles de su vida y, por supuesto, de esta casa.

 

Se reconoce enamorado de la estética: “Creo que es un valor en sí misma”, dice el dueño de casa. Por eso cuando proyectó la que sería su segunda casa lo primero que se le vino a la cabeza fue un rectángulo negro en medio de la naturaleza. “Me moviliza encontrar la armonía, calidez y contraste en todo”, asegura y esta casa no sería la excepción. El lugar tenía que ser especial y poder mezclar playa, sol, y campo. “Por años arrendamos casa en Cachagua con amigos y por esas sincronías de la vida, encontré este sitio en Catapilco. una mezcla de campo y bosque nativo a diez minutos de la playa”, cuenta. Fue amor a primera vista. El terreno estaba marcado por un quillay centenario y una quebrada llena de molles, boldos, maitenes y quillayes, todos árboles que le recordaban el sur que lo había maravillado en su infancia.

El terreno era perfecto para lo que buscaba: algo simple, relajado y cuidado que invitara a quedarse para siempre. Rápidamente empezó la construcción. “La casa la diseñamos con un arquitecto de la empresa OWA, cuya característica era ser prefabricada, pero con los mejores estándares europeos de construcción y con terminaciones impecables. Sin embargo la empresa quebró, por lo que  tuve que construirla casi completa con la ayuda de Carlos Silva y su gente de Futrono”, cuenta.

“Este desafío le dio un sabor especial al proceso. Ahora conozco cada detalle de la casa y la voy modificando en el camino a mi gusto”, dice. El paisajismo lo hizo su amiga Bernardita de Corral, “quien logró entenderme perfecto. La idea era trabajar con pircas, piedra, relieve y plantas del lugar que evocaran la  casa de mi abuela cuando era chico en Chimbarongo. También mi jardinero estrella, Rodrigo, fue fundamental en el proceso”, cuenta.

La laguna fue un diseño en conjunto de Taibi Adi, Rosemarie Ulrich y Cristóbal Elgueta. La piscina la proyectaron con Sergio Daza, de Maitencillo, y el quincho, que fue lo último, lo diseñó Hernán Price, arquitecto y “amigo entrañable de toda la vida”. La decoración estuvo completamente a cargo del dueño de casa. Incluso mucho antes del terreno ya había comprado la mesa de comedor y las lámparas de mimbre y las tenía guardadas en una bodega en Santiago.

La casa está ubicada frente a un bosque de eucaliptus, orientada al norte y mirando a un cerro. Tiene techos altos, vigas claras a la vista, grandes ventanales de madera y un piso de madera muy luminoso. “Quería espacio, altura y romper con el concepto de casa en la playa básica, por eso decidí hacerla amplia, con espacios comunes grandes e integrados, pero que estuviera en constante contacto con la naturaleza y el entorno”, dice. “Era importante tener espacios cómodos, amplios, para que mis amigos y familia pudiéramos compartir, pero a la vez, con áreas separadas para favorecer los ritmos de cada uno”. Por eso el diseño final es un módulo conectado pero independiente para el dueño de casa, que mira al antiguo quillay, y aparte hay una pequeña casa de invitados.

En el lugar se respira conexión y el vínculo con el entorno es clave. El jardín silvestre no compite con el terreno pero se percibe la clara intención de un paisajismo. En la laguna crecen plantas acuáticas y nadan peces de colores. “Lo principal era que cualquier persona que viniera tuviese una experiencia de relajo y descanso, igual que en un spa… hice una piscina larga porque me gusta nadar, y un jacuzzi al aire libre para relajarse. De hecho la casa ya fue bautizada por mis amigos como el ‘spa Catapilco’, pero su nombre oficial es Rucañire, que en mapuche significa “casa de zorros” en honor a la familia de zorros que se pasean por el jardín”.

“Soy muy inquieto, me gustaría haber nacido en el Renacimiento y tener un gran mecenas, para poder dedicarme a todas las áreas que involucren la belleza”, dice el dueño de casa. “Puedo disfrutar nadando o con cualquier actividad en el agua. Me gusta ver buenas películas y documentales, ir a exposiciones y museos. Me encanta regalonear con la Lupe, viajar, comer algo bien cocinado y conversar con mis amigos. Muchas de esas cosas se integran aquí y este es el lugar donde quiero vivir en el futuro”.

¿Cuál es tu espacio favorito de la casa?
Es difícil elegir uno porque disfruto intensamente muchos rincones de la casa y el entorno… pero creo que me quedo con despertar desde mi cama y ver el quillay al amanecer.

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