Este jardín en la región de la Araucanía fue uno de los primeros proyectos grandes que recibió el paisajista Nicolás Sánchez, hace ya 12 años. “Queremos ver siempre el lago”, fue el encargo, que aunque simple, también tuvo complejidades. “La dificultad fue la existencia de cancagua (un tipo de roca sedimentaria), que es el equivalente a tener hormigón y muchos afloramientos de agua”, cuenta Nicolás. Por eso, no era fácil encontrar especies que sobrevivieran en estas condiciones. Además, el terreno solo tenía un poco de vegetación en el borde de la playa, así es que había que partir casi desde cero.
Para darle vida a este gran jardín, Nicolás eligió una mezcla de plantas nativas e introducidas, no invasoras. “Pensando en los otoños, desde el nivel de arbusto están las spireas thumbergii y cotoneaster horizontalis, más abelias. Estos tonos se funden con algunos ñirres y robles plantados. Hay canelos, arrayanes, calle calle, salvia uliginosa, veronica spicata, helechos, vara de mármol y otras”, cuenta Nicolás.
Hoy, que la sustentabilidad es una palabra que suena fuerte en el paisajismo, le preguntamos a Nicolás qué significaba para él, sobre todo en un proyecto como este. “La posibilidad de que este jardín lleve 12 años de crecimiento con una mantención cada vez menor, con cada vez menos inyección de energía y que se vaya naturalizando, es el objetivo de mi trabajo desde que comencé en esto. Con el tiempo empecé a escuchar la palabra sostenible y dije “bueno, mis jardines son sostenibles”, pero también me ayudó para ir mejorando y ser más crítico de mi trabajo, con el fin de que cada vez fueran más sostenibles. Uno siempre va aprendiendo y eso más que ser una limitante es una fuerte motivación para estudiar más”, explica.
De hecho, es tanto su gusto por este tema, que hace varios años empezó a comprar elementos de medición, como una pequeña estación meteorológica, luxómetros, termómetros de suelo y medidores de PH, que lo ayudan a registrar distintas variables. “Tengo registros que hoy son información con la que voy probando en algunas especies para entender mejor cómo funcionan. Esto también es una forma de hacer ciencia en el paisajismo”.
¿Qué te pasa cuando recorres un jardín como este, que planificaste hace más de una década?
“Me doy cuenta que he envejecido 10 años”, dice Nicolás y se ríe. “La verdad es que me emociona, ya que en ese tiempo nos hemos acompañado. Estos jardines, al igual que otros, los visito con frecuencia y tengo un registro de fotografías equivalentes a un álbum familiar. Entonces ver los árboles que planté de un metro ahora de 4 o más metros, los arbustos de 20 o 30 cm de 1 a 3 metros y ver que todo funcionó y que logré conferir esa atmósfera, me genera una paz que es indescriptible”.