Al comienzo iba a ser sólo una inversión. Los dueños de casa decidieron comprar el terreno por recomendación de la hermana de uno de ellos, pero no tenían pensado construir. La vista privilegiada al Lago Ranco y sus islas, y lo lindo del terreno los motivó. El resultado fue un lugar que transmite paz y que con sólo ver las fotos dan ganas de estar ahí. Pero el proceso no fue fácil. Además de dirigir la obra a la distancia, el sitio está ubicado en un cerro y es muy angosto, por lo que tuvieron que hacer una casa en diferentes niveles. El hermano de la dueña de casa los ayudó y entre todos hicieron el proyecto. La construcción tardó casi un año y el resultado los dejó a todos felices. Han pasado ya dos veranos desde que la terminaron, pero siguen haciéndole retoques y ampliaciones, especialmente a medida que crece la familia. Los dueños tienen cinco hijos, tres de ellos ya casados, y cinco nietos. La idea siempre fue hacer un lugar donde “puedan ir todos juntos al mismo tiempo”, cuentan. Así, lograron un lugar acogedor, donde se transmite naturalmente ese calor característico del sur. Los materiales fueron parte importante de eso, la madera reciclada utilizada como el principal elemento de la casa, las vigas que aportan altura a los techos y, también, la decoración. La dueña de casa y su familia han trabajado toda la vida en diseño, por lo que esa parte fue fácil de ir armando. Aprovecharon las maderas y troncos para hacer mesas, también se trajeron cosas de un campo que tienen en Los Andes. En la casa, dicen, hay espacio para todo y su estilo es rústico, por eso A se pueden encontrar recuerdos de viajes, raíces en las paredes y no es raro que las cosas tengan una historia. También, siempre hay flores silvestres, que cortan en el camino de tierra que llega hasta la casa. Tiempo después de terminada la construcción, le agregaron la cuba a la terraza más cercana a la casa de botes. Así, los días pasan entre los diferentes niveles: los almuerzos son en la terraza del quincho, el sol se disfruta en la de las reposeras o en el muelle y, en las tardes, el té se toma en una mesa larga que instalan en la arena en la playa. Si los días están ricos, hacen paseos en lancha a distintas partes del lago y picnic en las playas. “Allá tienes la ventaja de que si quieres relajarte y estar solo puedes hacerlo, pero también puedes compartir y ver más gente si tienes ganas”, cuentan. Todas las piezas miran al lago, incluso la cabaña que adaptaron tiempo después. Y no sólo se ve agua, porque al frente de la casa se puede ver una de las 13 islas que se encuentran en el Lago Ranco, la mayoría con casas de veraneo. Gracias a este pedazo de tierra, el oleaje es también menos intenso que en otras partes del lago y pueden hacer deportes como ski, tranquilamente. En esta casa los espacios comunes, como el living, comedor y cocina, son abiertos, por eso no es raro verlos a todos cocinando juntos. Lo mismo que pasa con el quincho, el lugar preferido de la casa. Una vez al mes, los dueños de casa van solos a disfrutar. Ahí ocupan más el living, pero cuando está la familia completa el quincho, con su chimenea y su fogón, es el lugar de reunión. Tanto en invierno como en verano se puede disfrutar de este lugar, que tiene unas ventanas que se abren para incorporar la terraza si hace calor o se cierran si afuera llueve y quieren aprovechar el calor del fuego.