La historia parte así: un abogado amante de la buena arquitectura, una artista visual y la hija de ambos, una estudiante de Arte, querían construir su propia casa en la playa. Unidos por una gran sensibilidad por el diseño, querían algo que los identificara, por lo que se involucraron los tres al 100% en el proyecto.
Se demoraron tres años en encontrar un terreno, pero el que tenían en mente tenía varias limitantes que los hicieron dudar: nadie se había interesado en él, no tenía vista al mar y su forma era compleja, pero visualizaron su potencial. Subidos en una escalera pudieron imaginar una casa en altura con una vista excepcional, sin construcciones por delante, solo bosque y mar.
Ya con el terreno listo –cerca de Zapallar– se unieron al proyecto los arquitectos Santiago Valdivieso y Stefano Rolla. El pedido lo tenían claro: tenía que ser una casa de líneas simples y puras, sin escaleras, para pasar ahí una futura vejez, fácil de mantener y, por sobre todo, de buen diseño en sus detalles, que acentuara la horizontalidad entre el mar y los paisajes y que invitara a la meditación, la paz y la tranquilidad. La respuesta la encontraron en el engawa japonés, que es lo que hoy le da su nombre: Engawa House.
El concepto se define así: “Denominación de una pasarela de madera que se conecta con las ventanas y puertas corredizas en los cuartos de las casas tradicionales japonesas. Este es un espacio de transición entre interior y exterior, entre el niwa (jardín) y los washitsu (habitaciones), que sirve de entrada y de conexión entre las distintas habitaciones”.
Este es el principal sello arquitectónico que propusieron Valdivieso y Rolla. Se trata de una casa de 154 metros cuadrados interiores, rodeada por un espacio intermedio, que se mueve entre el interior y el exterior. Esta suerte de galería o corredor está compuesto de tres terrazas protegidas por una celosía construida sobre la base de un entablado de madera, que hacia el exterior puede estar abierta o cerrada.
Este elemento constructivo es el que permite a sus dueños tener privacidad, pero al mismo tiempo poder mirar el mar y resguardarse del viento propio de la zona. Además de proteger la casa, crea una atmósfera capaz de adaptarse a varios usos y estados de ánimo, generando un efecto de lámpara iluminada en la noche.