La historia de esta casa con esta familia parte hace 15 años cuando la compraron, le cambiaron el sistema eléctrico, los techos, el sistema sanitario y las ventanas, pero sin hacer grandes reformas estructurales. Alcanzaron a vivir apenas 12 meses, ya que por trabajo la dejaron para partir a Perú. De eso, pasaron 11 años hasta que volvieron a Chile y, a distancia, la pensaron y remodelaron para instalarse a principios del 2023.
De la mano de los arquitectos Mariuxa Beppu y Francisco Herrera, de ArqC, y vía Zoom, trabajaron los planos y los cambios necesarios para que la artista plástica Catalina Vial (45), su marido, dos hijos (12 y 14) y Lila, Lucho y Crespo –los tres perros de la familia– pudieron volver a una casa que se adaptara a sus necesidades.
El pedido fue eliminar el comedor y dejar una gran cocina, una lavandería amplia y sumar otro baño y otro dormitorio en el segundo piso. “Los planos cambiaron muchas veces, hasta llegar al resultado final. Además, como la construcción original es de 1930, nos fuimos encontrando con diversos desafíos”, cuenta Mariuxa.
Materiales nobles
“Me gustan las cosas de verdad, no me gusta lo que parece ser. Soy una amante de la madera, las baldosas, el mármol y en esta casa quería que esa nobleza propia de su arquitectura resaltara. Fue bastante pega igualar el piso de madera en toda la casa, y restaurar una a una las tablas de la cocina, pero valió la pena. Es un trabajo artesanal que le da otra impronta”, cuenta Catalina.
En la entrada, la bienvenida la da el muro de ladrillo, original de la casa, junto a un arrimo de la mamá de Catalina, sus cerámicas exhibidas en acrílico y un espejo cusqueño que se trajo de Perú. También en la entrada habita una escultura de Matías Vial, hermano de su papá.
Destacan los techos altos en toda la casa –con una altura de 2,80 m–, y, al no tener cornisas, se pintaron los cielos y una parte de la pared del mismo tono.
La cocina, la protagonista
En esta casa todo pasa en la cocina. Al no haber comedor, es el lugar donde comen grandes y chicos, comparten, hacen las tareas y pasan gran parte del tiempo. Como la gran protagonista de la casa, su construcción y diseño fue muy minucioso.
Los muebles son grises con palillaje, al centro hay una mesa de madera que la dueña de casa mandó a hacer en Perú, la que contrasta con un gran mueble azul eléctrico que aporta el colorido. “Me encanta cocinar, quería una buena cocina y que a la vez fuera estética, por eso opté por una de Lofra. La campana es en obra y quería mármol como cubierta, me decían que se iba a manchar, pero no me importó. No me molesta, es la nobleza del material”, sentencia.
Las sillas del comedor son de la tienda Rematime, las lámparas son de Ikea y detrás del mueble azul se esconde un desayunador para mantener el lugar ordenado y limpio a la vista.
Un living con mucha vida
“Me di cuenta que no quería un living estructurado que pasara vacío. Con los niños más grandes y libre de juguetes, hoy es más una salita de estar, que disfrutamos mucho. Puse un gran sofá sobre una alfombra que compré en Turquía y la mesa de cobre la heredé de mi papá”, cuenta Catalina.
Los baños llenos de detalles
Los tres baños dan cuenta del afinado ojo estético de la dueña de casa, que no dejó detalle al azar. El elemento común en todos es la mezcla de elementos y artefactos modernos –como los los excusados de Roca y las llaves en cruz– con materiales nobles como las baldosas Córdova blancas con negro y piezas elegidas una a una para darles el sello personalizado.
Así, en el baño de visitas cambiaron el lavamanos por uno amarillo de estudio Varo, y en los otros dos se usaron cerámicas de MK que combinaron con un muro verde y uno celeste, junto a muebles antiguos que adaptaron. En el principal, el arrimo se compró en Perú acorde a las medidas del espacio, y las lámparas colgantes son de Eglo.
Piezas con personalidad
Al igual que toda la casa, los dormitorios combinan objetos antiguos con recuerdos familiares. En las tres habitaciones los clóset se fabricaron con palijalle gris, siguiendo la estética de la cocina, y los tiradores los compró en Aliexpress.
En el dormitorio principal el respaldo es peruano y la colcha de crochet hecha a mano se la regaló su mamá cuando se casó. Los cojines son de seda turca, que combinó con una piecera de H&M. Las lámparas del velador las intervino Catalina con abanicos.
En los otros dos dormitorios, las camas de sus hijos las compró en Perú, las restauró y las trajo, al igual que otros tesoros, como los escritorios de cada uno.
Su trabajo como artista: autoretratos y retratos de mujeres
En su casa también está su taller, el lugar donde trabaja todas las mañanas en sus esculturas en cerámica, oficio al que llegó después de un largo recorrido.
Catalina Vial (@catalinavials) egresó de Artes de la Universidad Finis Terrae, con especialidad en Grabado. Luego, vivió en Barcelona, donde estudió Encuadernación Artística en la Escuela Superior de Diseño y Arte Llotja y realizó estudios monográficos en la escuela de arte y diseño Massana.
De regreso a Chile formó su taller de encuadernación y en 2012 emigró con su familia a Lima, donde comenzó sus estudios de cerámica en la Escuela de Cerámica Sonia Céspedes Rossel. Durante ese tiempo participó en diferentes workshops en Lima, Lisboa y Barcelona, y de ahí no abandonó la cerámica.
Hoy está dedicada al 100% a sus esculturas. Sus obras se componen de diferentes piezas, que representan el coraje, la belleza y la dignidad de la mujer en el acto de destruirse y reconstruirse infinitamente. “Mi obra es una oda a la mujer latinoamericana, que desde la tierra es capaz de empezar una y otra vez, creando hogares, criando niños y pueblos, sin mirar atrás, sin olvidar quién es y sin importar quién fue”, cuenta.
Ha participado en diferentes exhibiciones, simposios y concursos en Chile, Perú, España, Francia, China, Turquía, Tailandia e Inglaterra y su obra es parte de la Colección del Museo de Arte Moderno de Yixing, como también de la Colección Li Ziyuan Zibo, ambas en China. Además, sus piezas se encuentran en Rahabjat University en Buriram, Tailandia, en la Municipalidad de Eskisehir, Turquía, en la Galería So Shiro, en Londres y otras colecciones privadas.
