Las manillas de la casa de campo donde Christopher Wilson (31, en la foto) pasó sus veranos cuando chico, siguen vigentes y como nuevas. Hoy, tres décadas más tarde, es él quien está a cargo de la operación de la empresa de quincallería chilena que su padre, Alejandro Wilson (69), fundó en 1987. En Wilson Brass abastecen de manillas, tiradores, bisagras y otros productos a las principales oficinas de arquitectura y decoradores locales.
Ubicada en la comuna de San Miguel, esta fábrica es uno de los secretos mejor guardados de los conocedores. Sin publicidad, vendedores ni página web, sus clientes se han convertido en sus mejores embajadores. Y es que aquí son expertos en bronce, con un oficio y trabajo artesanal que no pasa de moda.
Son cerca de diez los artesanos que trabajan en Wilson Brass: torneros, soldadores, fresadores, forjadores y fundidores son los especialistas que dan vida a cada pieza. “Entrenar a las nuevas generaciones en este oficio hoy es el principal desafío que tenemos, es algo difícil de enseñar. Acá nuestros maestros logran acabados perfectos sin planos digitales. Solo miran, tocan y crean; eso es algo difícil de transmitir”, relata Christopher.
Pasión por el bronce
“El acero se mancha y el aluminio no aguanta las condiciones climáticas de lugares muy húmedos, por ejemplo el Caribe, mientras que el bronce no se carcome, lo que nos ha permitido crecer en este mercado”, cuentan. Y es que en sus productos solo usan bronce, en su mayoría producido en Chile y 100% sólido, es decir, no hay manillas “huecas”.
Trabajan las piezas a 900 grados Celsius, donde cada una se hace y termina a mano para lograr el acabado deseado. El proceso es así: llega la materia prima, se mete a un torno, luego a la fresa, pasa al pulido, a la soldadura, posteriormente al taller de teñido y por último al armado. Si hubo retazos, se juntan, funden y se vuelven a usar. Solo trabajan por encargo, y a modo de ejemplo, un proyecto de un juego de 15 manillas tarda como mínimo una semana de principio a fin.
“Nuestros precios son competitivos con otras empresas, pero la calidad del material, el trabajo a mano y las terminaciones creemos que marcan la diferencia. Por años estudiamos por qué se caían las manillas y logramos llegar a una solución al reforzarlas con resortes extra, lo que les da una duración casi de por vida”, agrega Christopher, quien personalmente se encarga de cada proyecto que le encargan.
A esto se suma la terminación que entregan, ya que no es bronce “electropintado”, sino que lo sumergen en una fórmula que desarrollaron, logrando un tono envejecido. “No se pela, ni raya, ya que es el material natural, pero con una terminación. Cuando nos piden pintarlo negro, recomendamos que no, ya que a la larga se pelará, y el bronce ya es noble”, explican.
La más vendida hoy es la manilla Frankfurt y tienen diversas líneas, algunas más modernas y otras más clásicas.
De exportación
Los inicios de la empresa parten en San Juan, Puerto Rico, donde el fundador detectó la necesidad de fabricar herrajes que soportaran la salinidad del Caribe y así llegó al bronce. Por lo mismo, hoy exportan a estos países para la construcción de hoteles boutique y casas de lujo.
En Chile abastecen a oficinas como Estudio Valdés, Elton Leniz y a varios decoradores. Entre sus clientes están Paula Gutiérrez, Cristián Donoso y Enrique Concha, solo por nombrar algunos.
¿Dónde?
Showroom en San Miguel, de lunes a viernes de 8 a 17:30 h.
Para proyectos, se pueden contactar a través de su Instagram, @wilsonbrass