El contacto con la naturaleza es una experiencia vital y por cierto sanadora. Enaltece el espíritu. Pero esta vivencia es aún más dramática si uno vive el día a día en la vorágine de la ciudad y si el break lo hace en esta época del año.
Ese cambio de switch es lo que le planteamos al visitar el parque Huilo Huilo, una reserva biológica dedicada a la conservación del patrimonio natural y cultural de 100 mil hectáreas ubicada en la Patagonia chilena, en la Región de Los Ríos y casi en el límite geográfico con Argentina.
Estamos en un lugar donde la vida natural está en todo su esplendor. Esta reserva está en medio de Los Andes, con volcanes de nieves eternas, como el Mocho y el Choshuenco, y hasta un glaciar. El torrentoso río Fuy, los impactantes saltos del Huilo Huilo y El Puma, los lagos Pirehueico y Neltume, las lagunas de Los Patos y Quilmo son también parte de su paisaje nativo. Pero quizás es su bosque milenario el que más sobrecoge. Es uno de los más grandes y antiguos bosques vírgenes que aún quedan en el planeta, una ecorregión con una biodiversidad representativa de muchas de las especies del mundo, y otras tantas únicas en el planeta.
Habitarlo de manera respetuosa se convirtió en la premisa de este parque privado. Los primeros años hubo un profundo y exhaustivo acercamiento a lo que era Huilo Huilo. Los dueños necesitaban comprender su dinámica y fuerte presencia escénica. Palpar cada hito geográfico y natural. Luego vino la primera intervención arquitectónica, la que comenzaba a materializar la parte hotelera de este proyecto de turismo. Su normativa iba aún más allá. No habría limitaciones ni cercos y se mantendrían libres los recorridos del bosque, e incluso tienen carros eléctricos para transitar sin contaminar y sin generar ninguna clase de ruido que perturbe este sistema. El silencio sólo se rompe por el sonido de la propia naturaleza.
El área intervenida es mínima porque el grueso del parque es una zona de conservación de bajo impacto. Se eligió un lugar con un declive natural para instalar este sistema hotelero, integrado por lodges, hoteles y cabañas –algunas con techos verdes y otras situadas a 5 metros de altura y con ventanas especiales para la observación de las aves en medio de las copas de los árboles–, además de restoranes, cafeterías, una cervecería, un museo, un vivero de flores y plantas silvestres, un club náutico y muy pronto, un teleférico.
Se trata de un sistema de hoteles conectados entre sí de forma aérea mediante puentes climatizados que recorren el bosque nativo, que permiten además generar lugares de estar, vistas a las copas de los árboles y una contemplación de los distintos momentos de la vida silvestre. Incluso se dejaron los árboles, los que atraviesan esta estructura generando un interesante juego entre exterior e interior. Están a una altura promedio de cinco metros y debajo de ellos están los servicios de los hoteles totalmente invisibles para el visitante.
Entre los hoteles más emblemáticos de la reserva está el Lodge Montaña Mágica y el Nothofagus, diseñados por el arquitecto Rodrigo Verdugo. “La arquitectura en Chile ha dejado muy de lado la naturaleza, el entorno y el sitio donde se está emplazado. En general son obras que imponen cosas al lugar. La gracia de desarrollar una arquitectura con el paisaje y entorno es integrarse a él, ser un aporte y convertirse en parte del bosque”, explica la directora de la Fundación Huilo Huilo y arquitecta, Ivonne Reifschneider.
Verdugo añade que la arquitectura “debía ser atemporal, propia del lugar y sobre todo lúdica, de manera de generar una narración surrealista al recorrerlo. Además de insertarse en el bosque. Es una propuesta de uso y no de contemplación”. Es por ello que Montaña Mágica se inspiró en el libro homónimo del alemán Thomas Mann y que habla del poder de sanación de la naturaleza cuando se está en contacto con ella. Literalmente se construyó una montaña bañada por el agua que brota de su cima, para lo cual se utilizó un cauce real que baja por la pendiente con tanta presión que sube más de 22 metros de altura, cae por la fachada de piedra volcánica y sigue su curso natural hasta terminar en el centro del hotel Nothofagus, donde se sitúa un roble. Es alrededor de este árbol nativo donde se generó un patio central y un ascensor panorámico que permite llegar a cada uno de sus siete pisos y a su mirador con una vista de 360˚ al parque.
Sin duda una de las sorpresas que se llevaron los dueños fue darse cuenta cómo crecía una exuberante vegetación nativa sobre la fachada del lodge Montaña Mágica. Helechos, chilcos, musgos, amancay, matico y flores silvestres aparecían sin explicación. Según creen, el agua debió bajar con semillas que se adhirieron en las piedras. “La naturaleza se abrió paso”. Al cubrir la arquitectura, se mimetizó con el entorno.
Ninguna de las construcciones supera las copas de los árboles, y entre ellos, tampoco se pueden divisar. Esta es la narrativa arquitectónica de Huilo Huilo que busca ante todo convivir con la naturaleza con sumo respeto, tal como si nos contara un cuento con un dejo surrealista.