Hijo de un reconocido mueblista, Cristián Valdés trabajó en el taller de su padre, aunque más tarde se decidió por la arquitectura. Pero a los 45 años y «por pura casualidad», como él mismo confiesa, volvió a hacer muebles.
La inspiración para su primera creación, que más tarde se transformaría en un icono del diseño chileno, fue una raqueta de tenis marca Dunlop, con «todas las virtudes de la máxima ebanistería». Con su estructura de madera laminada y formas curvas, fue el punto de partida para la creación de la silla A, más conocida hoy como silla Valdés.
Hoy, Cristián tiene más de 90 años, es Premio Nacional de Arquitectura 2008 y va todos los días al taller, donde está dedicado a diseñar nuevos productos.
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