¿Te ha pasado que quieres decorar tu espacio y te lanzas directo a las tiendas y lo quieres todo? Y luego te das cuenta que no sabes dónde iría cada cosa, te empiezas a abrumar y en el camino simplemente te pierdes.
Por eso quiero hablar sobre la conceptualización y cómo esta herramienta es capaz de ayudar a ordenar las decisiones en el mundo de la decoración.
Quizás puede sonar como un término muy técnico, pero en palabras simples se trata de tener claridad de lo que quieres sentir y proyectar en un espacio. Y esto se logra comunicándote con quienes van a habitar en ese lugar; si eres tú mismo quien es cliente/ejecutor, entonces la tarea es reflexionar, preguntarte, conocerte y tener claro lo que quieres sentir y proyectar en ese espacio.
Cuando te enfrentas a la decisión de remodelar un espacio, o comenzar desde cero, es como estar frente a un lienzo en blanco o con algunos trazos ya hechos. Aquí la pregunta que te deberías hacer es: ¿qué quiero sentir en este lugar? O ¿qué quiero que sientan las personas que van a habitar este lugar? Porque decorar o ambientar no se trata de hacer espacios lindos solamente, se trata de crear espacios que se puedan habitar de la forma más armónica posible.
Esta alma del proyecto a veces se contamina de tendencias, modas, ¡ganas de querer tenerlo todo! Porque también dependemos en gran medida de lo que encontramos en el mercado, pero el mejor consejo es no perderse en el camino, no olvidar esa conceptualización inicial que debería ser como nuestra carta de navegación. Porque si el objetivo que te propusiste es sentir calma y paz, ¿qué podría aportar un sofá rojo en medio del camino?
Una de las frases que más escucho es “tengo tantas fotos de ideas, que no sé por dónde empezar”. Justamente para evitar esto, la conceptualización es clave. Pero, ¿cómo empezar? Tómate el tiempo para observar, sentir, visualizar y tener claridad de lo que quieres. Conceptualizaciones tan abstractas como “calma en la playa” o “alegría en el bosque” podrían ayudarte a dar con el eje central del proyecto.
Luego viene lo tangible, la forma, el cómo le damos más sentido o entendemos mejor lo que queremos sentir.
Seguramente has oído hablar del término moodboard o, en buen español, la pizarra de sensaciones: un lienzo donde están las texturas, colores, formas y elementos que integrarán la propuesta decorativa y que deben responder a la conceptualización. El moodboard es algo así como un pequeño resumen de las sensaciones que tendrá el espacio. Y también de los detalles.
Por último, atrévete a salir de lo establecido. Cuando dices: “quiero algo acogedor”, no se trata de llenar todo de madera, canastos y mantas. Tendemos a aplicar las mismas fórmulas en cuanto a texturas, pero en realidad no existe una regla estricta para eso. Si tienes bien desarrollado tu concepto, nadie puede decir que un espacio lleno de colores y con poca madera, no puede ser también un espacio cálido.
¡Y ahí está la magia! La creatividad no tiene límites.