Diseño interior, arquitectura, moda, pintura, escultura y hasta el cine… Todo tipo de artes decorativas se vieron influenciadas por el que se suele decir que fue el último estilo de la historia del arte: el art déco.
París, uno de sus principales impulsores, fue la ciudad que recibió La Gran Exposición Internacional de las Artes Decorativas e Industriales Modernas de 1925, que reunió obras de artistas renombrados como René Lalique, Rodelier o Baccarat. Fue justamente en uno de los pabellones de esta exposición donde se acuñó el término art déco dedicado a Le Corbusier.
Desde esa fecha, las líneas puras y rectas, las formas blancas y geométricas, los materiales de lujo, los juegos de volúmenes y el refinamiento de este nuevo estilo fue transmitido al mobiliario, la joyería, el cine, la fotografía, y tanto más.
Fue una época de cambios. Quienes se dedicaron a las artes decorativas entre medio de las guerras supieron entregar respuesta a la necesidad de esperanza de la población. Así es como hasta el día de hoy París reconoce y se enorgullece de esta corriente que fue plasmada en las calles de la ciudad y que permitió exportar su huella a América Latina, Estados Unidos e incluso a Japón.
Revise a continuación una ruta elaborada por El País por algunos edificios art déco, y otros próximos cronológicamente a este movimiento, emblemático de París:
Rue Mallet-Stevens
El art déco parisiense no puede entenderse sin la figura del arquitecto Robert Mallet-Stevens. En el barrio 16, en la calle que lleva su nombre, hay una serie de residencias que son un ejemplo de la arquitectura déco residencial. Un híbrido de líneas rectas y color blanco, en el que se unen orden, pragmatismo, serenidad y formas cubistas.
Boulevard Ornano
En el distrito 18 de la ciudad todavía quedan vestigios de lo que fue una sala de cine muy especial, que refleja de manera fiel la arquitectura déco. Fue reconstruido en 1933 por el arquitecto Maurice Gridaine sobre una modificación que Marcel Oudin llevó a cabo en 1913. Más que glamour, lo que conserva hoy es una imagen clásica de lo que era un cine en aquella época.
Palais de Tokyo y Palais Chaillot
Palacios con fachadas uniformes, fastuosos y protagonistas de la arquitectura de los años 30. El Chaillot impresiona por su monumentalidad, sus anchas alas y su enorme explanada con las mejores vistas de la Torre Eiffel. Es obra de los arquitectos Azéma, Carlu y Boileau. El Palais de Tokyo, en tanto, impone igualmente su impronta neoclásica a base de columnatas, terraza y escalera de mármol. Es, sin duda, el espacio ideal para albergar el Museo de Arte Moderno de París y perderse en sus salas viendo (gratuitamente) obras de Matisse, Picasso, Braque, Giacometti o Klein.
Iglesia de Saint Antoine de Padoue
También el art déco construyó iglesias. En este caso fue el arquitecto Léon Azéma, que ya había sido partícipe del Palais Chaillot. Se valió, entre 1933 y 1935, de hormigón y ladrillo rojo para levantar un impresionante campanario de 46 metros de altura culminado por una torre muy déco. En el interior, líneas simples, decoración mínima y vidrieras de Robert Poughéon con la colaboración del pintor “cristalero” Louis Barillet.
Le Grand Rex
Es quizás el edificio art déco emblemático de París, declarado monumento histórico desde 1981. Con sus 2.800 plazas, es uno de los más grandes cine-teatros de Europa. Proyectado por el arquitecto francés Auguste Bluysen, la obra se le suele atribuir al famoso ingeniero y arquitecto de cines y teatros John Eberson. Se empezó a construir en 1931 y abrió sus puertas un año después. El estilo art déco sacraliza aquí la forma y su funcionalidad. Mucho más que un cine o una sala de espectáculos, el Grand Rex es un emblema que sintetiza la rotunda belleza del art déco.
Conozca más detalles sobre la historia de esta estética y la ruta completa del novelista Use Lahoz en El País.