Todo es blanco: las paredes, la mesa de trabajo, los moldes de yeso, la pasta de cerámica, los recipientes que colman las repisas, los guantes de silicona, la mascarilla. Con un bisturí en la mano, Ignacia Murtagh saca el último excedente del recipiente de porcelana que acaba de extraer del molde. Lleva días dedicada a él. Ahora que la forma la convenció del todo, lo horneará, para después esmaltarlo, luego volverá al horno, lo grabará y sólo tras una tercera horneada lo dará por listo. Ignacia no tiene una rutina, va a su taller ubicado en un antiguo cité en avenida Italia porque le gusta, porque su tiempo en él es sagrado. “Acá soy un poco cirujano, dentista, cocinera, escultora”. Pero, más que todo eso, es parte de los new artisans o los designer makers, diseñadores que creen en el valor de producir sus propios objetos con sus manos.
Ignacia Murtagh tiene 24 años y desde que se graduó de diseño en la Universidad Católica todo ha sido muy rápido. Admite que jamás pensó que iba a dedicarse a la cerámica. Todo partió en Dinamarca, adonde se fue de intercambio a estudiar diseño de muebles mientras cursaba cuarto año. “Allá estuve en contacto con jóvenes diseñadores que se dedicaban a la cerámica. Nunca antes había pensado en este material como algo diseñable industrialmente. Me enamoré de él, de esa pulcritud y simpleza”. De vuelta en Chile tenía claro que quería hacer su proyecto de título en cerámica y relacionarlo con el patrimonio chileno. Estuvo siete meses como aprendiz de la ceramista Paz Vial familiarizándose con la técnica de vaciado (una de las tantas maneras como se puede trabajar este material) a la vez que hacía un profundo estudio de la alfarería mapuche de la cultura Pitrén. “Fue una investigación casi arqueológica, en la que analicé a fondo más de cien vasijas precolombinas”. De este estudio salió Lof, que significa clan en mapuche, una colección de 18 piezas en la que reinterpreta de manera moderna la alfarería más emblemática de esa cultura. Con este proyecto postuló a un programa de postgrado y de especialización en el London Royal College, donde estudió todo el primer semestre de 2012. “Fue una oportunidad para aproximarme al material no como diseñadora sino como ceramista, y enfocarme en su manufactura y sus posibilidades”. Con la asesoría de sus profesores redujo Lof a ocho piezas, las que fueron seleccionadas para representar a Chile en el London Design Festival de ese año.
Para seguir perfeccionándose se fue de aprendiz al Royal Crown Derby durante un mes. En esta fabrica que data de 1750 aprendió de maestros con una tradición de generaciones dedicados al vaciado de porcelana. “Fue lejos la mejor escuela”.
Apenas volvió a Chile participó en la Bienal de Diseño 2013 donde mostró una segunda colección inspirada en las piedras del río Maipo, Kura. “El estudio de la cultura mapuche tuvo una repercusión muy linda en mí. Me dejó su manera de entender el entorno y de expresarlo a través de un objeto”. Esta segunda colección consiste en tres tipos de recipientes inspirados en la poética forma con la que el agua esculpe las piedras de río y actualmente se encuentra elaborando nuevos diseños inspirados en las gotas de agua. “Soy muy estudiosa, pero una vez que pongo las manos en la masa no sigo ninguna regla”.
En septiembre volverá a ser parte del grupo de diseñadores chilenos que presente su trabajo en el London Design Festival y a fines de año tendrá una exposición en Casas de Lo Matta.
Ignacia reconoce que nunca imaginó que su trabajo tendría tan buen recibimiento. “Todo lo que yo creo ya existe. No me dedico a la innovación, mi trabajo se fundamenta en la emoción. Lo que va a hacer que alguien opte por mi pieza es el vínculo emocional que le genere. Busco que mi trabajo emocione, que si el florero está sin flores, funcione como una escultura. Hoy vivimos rodeados de tantos objetos que creo que es importante que tengan un significado emocional que perdure en el tiempo”, comenta.