«En las crisis surgen oportunidades”, dicen, y en esta historia se aplica muy bien. Empezaba la década de los 80 y nuestro país se vio fuertemente afectado por la crisis económica. La familia de Marta Moreno no fue la excepción. Su marido, que trabajaba en el rubro de la construcción, estaba complicado y de alguna forma necesitaban sacar adelante a la familia. Fue así como Marta decidió convertir sus dotes de buena cocinera en un pequeño negocio repostero.
Trabajadora, emprendedora y entusiasta, a sus 52 años comenzó a producir sus primeras tortas de panqueques, un producto que por esos años no era muy conocido en el mercado local. Hasta el momento, se vendían principalmente tortas de bizcochuelo, milhojas o merengue. Marta eligió la almendra, la naranja y la piña como las tres únicas opciones para empezar, pero después sumó la frambuesa y el manjar con nuez. Esta última combinación se convirtió en toda una estrella y mantiene su reinado hasta el día de hoy.
La venta empezó tímida y con clientela muy cercana, como la familia y amigos. Pero fue tal el éxito que tenían sus productos que el dato rápidamente pasó de boca en boca y cada vez más gente quería una torta de Marta Moreno Merino. Además comenzó a entregar algunos de sus productos a banqueteras y a un par de restoranes en el centro.
Si algo ha caracterizado a este negocio, es que siempre se ha mantenido como un proyecto familiar. Desde los inicios, Marta contó con la ayuda de Camilo, su marido, quien sagradamente iba a La Vega a comprar todo tipo de ingredientes frescos, y de María Eliana Montes, la menor de sus nueve hijos y la única que quedaba en la casa por esos años.
Los clientes llegaban hasta la puerta de su casa, ubicada en la calle Presidente Riesco, dirección por la que se conocían sus tortas. Con el mismo nombre Marta terminó nombrando a su dulcería, cuando por fin abrió su primer local en 1996.
Después de quince años de intenso trabajo, la ya conocida repostera empezó a dejar en manos de su familia el negocio. Sus hijos María Eliana y Alejandro Montes, junto a su nuera Isabel Alcalde, tomaron las riendas de la pastelería, pero siempre bajo la supervisión y asesoría de la matriarca. Eso sí, el trabajo de la familia va mucho más allá que la simple administración: entre todos –hijos, sobrinos, nietos, yernos y nueras– se dedican a catar cada uno de los nuevos productos en cada una de sus reuniones. Reconocen que se han convertido en los mejores críticos, por lejos los más exigentes, y que están siempre pendientes para hacer sugerencias y dar nuevas ideas.
Con el tiempo han ido incorporando nuevos sabores para las tortas de panqueque, algunos tan tentadores como chocolate-nuez, manjar-mermelada, lúcuma, chocolate-mazapán. Todas bien simples, cundidoras y deliciosas. Pasteles, kuchenes, productos light y una línea de cóctel se han ido sumando a su variada oferta. La idea, según cuentan sus dueños, es que los clientes encuentren en un solo lugar todo lo que necesitan para cualquier evento, porque saben muy bien que la gente cada vez tiene menos tiempo.
Por más que pasen los años, la dulcería Presidente Riesco sigue tan vigente como en un principio. Manteniendo intacto el sabor de sus clásicas tortas, así como también los procesos de elaboración. Por más que sumen y sumen locales –a fines del año pasado inauguraron el octavo, todos en Santiago– siguen preparándolas de forma artesanal y con las mismas materias primas que desde un principio eligió Marta.
Vitacura 3591, teléfono 206 4796. www.tpriesco.cl