Los restauradores

En los rincones del Teatro Municipal de Santiago se esconden mil historias. Esta es la del equipo de restauradores a cargo del vitral destruido por el incendio que afectó al edificio en 2013.

Se creía que los vitrales del Teatro Municipal, ubicados en el hall de los camarines del edificio y en la sala contigua, eran de 1930–40. Pero lo que descubrió el equipo especialista que trabaja en su restauración, el laboratorio Espacio Transparente, dejó a todos con la boca abierta: la obra había sido encargada por la Municipalidad de Santiago en 1897 a uno de los especialistas en esta técnica de la época, el Taller dell’ Orto, lo que lo convierte en el vitral más antiguo del país, según los datos que se disponen.

En noviembre de 2013, un gran incendio afectó al Municipal, destruyendo 11 de los 42 paneles que componen este vitral. El resto no quedó en muy buen estado, tanto por la labor de los bomberos durante la emergencia como por el paso del tiempo. De hecho, cuando el equipo de Espacio Transparente desmontó la obra para empezar a trabajar, la capa de polvo era tan grande que sólo supieron qué materiales habían sido usados cuando pusieron las piezas sobre una mesa de luz.

Los profesionales son estrictamente rigurosos y el proceso teórico es fundamental. Andrea Araos, encargada de investigación y documentación histórica de la obra, recalca: “Esto es 80% teoría y 20% técnica”. Trabajan bajo la Carta de Nuremberg 2004, un protocolo internacional que establece las normas para la restauración de vitrales. Esto implica un estudio histórico, documentación de todo el proceso e incluso registros audiovisuales, una memoria y un manual de conservación. A la tarea de Andrea se suma la dirección de la obra a cargo de su socio, Diego Rodríguez, quien cuenta que el trabajo contempla “respetar la idea de que el vitral tiene una cierta historia, una evolución en el tiempo y que las restauraciones previas son parte viva de la obra que se ha ido modificando con el tiempo”. Por lo mismo es que dejaron muchas piezas que habían sido cambiadas en la última restauración importante, en 1924.

Con la mejor materia prima, el equipo empezó una tarea en la que llevan seis meses. Desde Estados Unidos se trajo vidrio Wissmach, y desde Francia perfiles de plomo Arbez y vidrio soplado y plaqué de Saint Just, los cuales fueron especialmente grabados según el diseño original. Con ruletas de vidriero, alicates, cautín vitralista y otras herramientas usadas propias de esta técnica, el grupo empezó a desarmar, cortar, trazar, reemplazar y volver a armar para recambiar las piezas quebradas, los plomos dañados y restituir las piezas de restauraciones anteriores que evidentemente no siguen la línea del vitral.

Para los restauradores, lo más difícil de este trabajo –que lleva un 80% de avance– ha sido el diseño: muchos de los paneles habían sido desplazados de su posición original y otros sufrieron numerosas intervenciones mal ejecutadas. La tarea ha sido enorme, y el Teatro estima que entregarán el trabajo junto con la restauración del edificio este semestre.

 

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