Pasar un mes en Nueva York, de local y no sólo como turista, permite recorrer la ciudad de cabo a rabo. No voy a decir que se puede conocer en su totalidad, pero sí llegar a tener una visón mucho más amplia y certera. En abril, durante mi viaje anterior, me había acercado a la zona del Lower East Side, pero en esta nueva aventura profundicé mucho más. Como queda cerca del barrio chino, donde siempre se pueden encontrar curiosidades y las mejores verduras y frutas de la ciudad, fui varias veces y me sorprendieron los nuevos aires que ahí se respiran.
El Lower East Side está muy bien ubicado y llegar es fácil, ya sea caminando desde Canal Street o Houston. Lo mejor –al menos para mí– es bajarse en la estación Prince del metro, justo a la salida de Dean & De Lucca, que además vale la pena una pasadita. No hay tienda gourmet más sofisticada que esa para preparar un picnic y llevar al parque, comprar flores o esos aliños incomparables que mejoran cualquier comida. Se puede caminar desde ahí hasta Bowery. En el camino encontrará librerías, anticuarios, pastelerías y al final se topará casi de frente con el New Museum, un espacio dedicado al arte emergente que ha revitalizado el barrio. Si decide entrar a este templo del arte moderno, no deje de subir a su terraza, la vista es preciosa. Desde ahí siga por Stanton, está lleno de nuevos bares, restoranes para ir a “brunchear” el domingo o cafeterías onderas. Ya en Orchard se pone mejor aún la cosa. Este barrio además está plagado de pequeñas galerías, tiendas de geniales diseñadores jóvenes y clásicas vintage stores.
Imperdible es pasar por Katz’s Delicatessen, ubicado en Houston y Ludlow. Este restorán creado en 1888 por dos hermanos islandeses vendría siendo la versión gringa de nuestra Fuente Alemana. Parar después del trasnoche es una tradición, y si le gusta el roast beef, pastrami o salami, estará en el cielo.
Las calles Orchard, Ludlow, Stanton y Rivington son el epicentro de este barrio, cada vez más saturado, donde están la mayoría de las galerías de arte, como Y Gallery, Anastasia, Strange Loop, Stephan Saoyanov, Nicelle Beauchene, Untitled y Blackston, entre muchas otras.
Una buena mención merece la tienda Mastiha Shop. Proveniente de Grecia, la mastiha es una resina con atributos terapéuticos y cosméticos alabados por el propio Hipócrates (377-460 AC), padre de la medicina. Cremas para el acné, pies, revitalizantes, jabones y mucho más, forman parte del portafolio de productos de esta sorprendente iniciativa (www.mastihashopny.com).
Si le gustan los zapatos, The little shoe store es su lugar. Y si el objetivo es la ropa de hombre o los lifestyle accesories, Proyect N° 8, Gargyle o Lost Weekend NYC es donde tiene que ir.
Si de comida se trata, hay lugares deliciosos, con su cuota de onda e inclusive unos que transportan a otras ciudades. Lucien es uno de ellos, bar-restorán que podría estar en cualquier esquina de París. Pink Pony, anunciado como Café Litterraire & Cine Club, es otro. The Fat Radish, precioso, cálido y con una buena lista de vinos. Si es menos sofisticado el apetito, la pizzería Via Tribulani es una excelente opción, con horno a la vista y una muy buena atención. El MeatBall Shop, donde deliciosas bolitas de carne vienen en variadas y ricas preparaciones, es un must y pasar a tomar una cervecita a Landbrot Bakery & Bar, una refrescante pausa.
Las opciones son muchas, la calidad buena y sentir que está descubriendo una zona que pocos turistas han recorrido, un agrado mayor. Esta ciudad sorprende a cada vuelta de la esquina. Los inmigrantes que aquí han llegado han puesto de su cosecha para convertirla en la tierra prometida de la diversidad y la tolerancia, permitiendo que se reinvente a una velocidad vertiginosa, donde ni ataques terroristas, huracanes o su atribulada y famosa bolsa de comercio han logrado sacarla del inconsciente colectivo de millones de personas que mueren por visitarla anualmente.