Mirado con la perspectiva del tiempo, en lo que respecta a cine, 1995 fue una buena temporada. Sí, porque el mismo año en que nació nuestra revista, en las pantallas hubo para todos los gustos: grandes éxitos ganadores del Oscar que aunque no entusiasmaron por completo a los críticos se ganaron el apoyo del público masivo (Corazón valiente), películas estadounidenses que hasta hoy son admiradas (Los sospechosos de siempre, Los puentes de Madison, Los siete pecados capitales, Fuego contra fuego, Doce monos), taquilleros triunfos capaces de entretener por igual a niños y adultos (Toy Story, Babe el cerdito valiente), cintas europeas que lograron sobresalir en las más diversas latitudes (Underground, Il postino, El día de la bestia, La flor de mi secreto), y hasta un nuevo movimiento cinematográfico surgido en Dinamarca, tan comentado como de corta vida, el Dogma.
El ejercicio de recordar o recrear una época a partir de lo que el cine ofrecía en ese mismo tiempo es siempre entretenido y fascinante. Por ejemplo, ver en la actualidad una comedia de 1995 como Ni idea (Clueless), con su particular mirada a los jóvenes acomodados de Beverly Hills a mediados de los 90, puede ser tremendamente divertido ya por el solo hecho de ver los looks y decorados de moda en esos años.
En ED tradicionalmente hemos destacado la dirección de arte en las películas, por su capacidad para reconstruir y revivir estilos o para reflejar de manera viva y tangible las locaciones. Entre los títulos que se pudieron ver en ese 1995, el Oscar premió al argentino Eugenio Zanetti por el film Restoration y su vistosa recreación de la corte del rey Carlos II en la Inglaterra del siglo XVII, pero la Academia hollywoodense también nominó la belleza de La princesita –primera incursión en inglés del hoy cotizado Alfonso Cuarón– o Ricardo III, una adaptación del clásico de Shakespeare ambientada en los años 30 del siglo pasado.
Y más allá de la calidad misma de las historias y personajes o sus tratamientos narrativos, además de los títulos ya mencionados ese año es posible destacar otros valiosos diseños de producción que se lucieron en ese periodo. Si se trata de reconstituir el esplendor británico de fines del siglo XVIII, ¿cómo olvidar las locaciones de Sense and Sensibility, estrenada en Chile como Sensatez y sentimientos? Esta adaptación del universo literario de Jane Austen fue la primera incursión realmente «occidental» del elogiado cineasta taiwanés Ang Lee (el mismo que después filmaría El tigre y el dragón y Secreto en la montaña), y estuvo protagonizada por Emma Thompson, Hugh Grant, Alan Rickman y una juvenil Kate Winslet, quien dos años antes del fenómeno Titanic obtuvo aquí la primera nominación al Oscar de su carrera. La magnífica reconstrucción de época fue mérito de la diseñadora Luciana Arrighi, y no fueron de extrañar los espléndidos resultados, considerando que ya había ganado el Oscar por La mansión Howard y además deslumbró en Lo que queda del día, entre otras.
Esa sólida actriz que es la Thompson también destacó ese mismo año en otra interesante y llamativa recreación del pasado británico, gentileza de la diseñadora de producción inglesa Caroline Amies: Carrington, dirigida y escrita por Christopher Hampton, que abordaba la intensa y particular relación que entre 1915 y principios de los años 30 sostuvieron la pintora Dora Carrington y el escritor homosexual Lytton Strachey (Jonathan Pryce, quien fue elegido mejor actor en el Festival de Cannes por este rol).
Pero los siglos pasados no fueron lo único digno de aplauso en cuanto a dirección de arte cinematográfico ese año, ya que también hubo imágenes oníricas en el despliegue de fantasía de La ciudad de los niños perdidos, de Jean-Pierre Jeunet (quien seis años después encantaría a medio mundo con su Amélie), con los lúdicos decorados creados por su co-director Marc Caro y Jean Rabasse. En Casino, de Martin Scorsese, ese extraordinario artista que es el italiano Dante Ferretti (un maestro que ha trabajado con leyendas como Pasolini, Fellini y Zeffirelli) recreó a la perfección el derroche y los excesos de Las Vegas en los años 70, contando como protagonistas con Robert De Niro y Sharon Stone. Y en Safe, de Todd Haynes y protagonizada por la siempre estupenda Julianne Moore, los asépticos interiores de las lujosas casas del Los Angeles de los años 80 terminaban siendo otro elemento perturbador de este enigmático film. Si no ha visto algunos de los largometrajes mencionados, aproveche de hacerlo. De seguro se llevará más de una grata sorpresa visual.
Y hoy, 20 años después, ¿qué nos depara el cine actual en cuanto a dirección de arte? Este 2015 la ganadora del Oscar en este apartado, y muy merecidamente, fue El Gran Hotel Budapest, y sólo el tiempo dirá qué es lo que más recordaremos en el futuro de este año en términos fílmicos. Hasta ahora entre lo más exitoso y elogiado de esta temporada han figurado la violenta, desbordada y adenalínica Mad Max: Furia en el camino y la entrañable y emotiva producción animada Intensa Mente.
Pero como a menudo, pasa el tiempo pero muchas cosas se mantienen o son cíclicas. Curiosamente entre lo más brillante de este 2015 en cuanto a diseño de producción nuevamente están Dante Ferretti, por la nueva versión de Cenicienta, y Todd Haynes con Carol, que se estrenará en diciembre en Estados Unidos; al parecer y de acuerdo a la elogiosa recepción de quienes la vieron en mayo en su premiere mundial en la competencia del Festival de Cannes, tiene una soberbia recreación del Nueva York de los años 50 y de seguro recibirá varias nominaciones al Oscar. Que en ambos títulos se luzca esa espléndida y elegante actriz que es Cate Blanchett, no debiera sorprendernos. Es otro de los iconos estéticos que hemos aprendido a admirar a lo largo de estas dos últimas décadas.