Verónica Blackburn (1949 - 2015) - Revista ED

Verónica Blackburn (1949 – 2015)

«No soy chef, soy cocinera”, decía Verónica Blackburn, con ese modo divertido y muy directo que siempre la caracterizó. Y era de las mejores. Referente indiscutido de la cocina y la buena mesa en Chile, se dedicó toda su vida a lo mismo y su nombre era en sí una marca registrada. Por años colaboró con ED escribiendo la columna Restoranes del Mundo, a través de la cual nos hacía soñar y sentarnos en los mejores restoranes que ella conocía.

Escribía bien, era muy entretenida, y le cargaba que le editaran los textos. Había que publicárselos completos para que no se enojara. En la sección El Plato de pusimos sus recetas innumerables veces, casi siempre en las ediciones aniversario, porque sus menús eran para lucirse. También escribió para la sección Itinerario. La última vez, en agosto del 2012, donde nos contó sobre sus vacaciones en La Provence, cuando arrendó una casa cerca de Gordes, en la zona de Vaucluse. “Mi amor por La Provence empezó inconscientemente a los 6 años, cuando en esos fríos días de invierno en la Alianza Francesa en Traiguén cantábamos en ronda en el patio Sur le pont d’Avignon l’on y danse, l’on y danse, sur le pont d’Avignon l’on y danse tout en rond”, escribió en su artículo.

Famosa es su tienda en Alonso de Córdova, con los mejores y más exclusivos accesorios de cocina, donde también hacía clases unas tres veces a la semana. Era extremadamente trabajadora, no paraba unas doce horas diarias, y tenía una energía desbordante. Tres veces a la semana se levantaba a las 5:45 y partía al Balthus, donde corría y hacía ejercicio con su personal trainer. A las 9 en punto ya estaba atendiendo personalmente o en su oficina. Siempre tuvo tiendas. La primera la abrió en Providencia un martes 13 de 1982, justo cuando el río Mapocho causaba estragos en Santiago. Y cómo ella contaba, “el agua junto con autos, casas y árboles, arrasaba también su incipiente clientela”. Sea como sea siguió adelante y organizó una de sus afamadas clases en su pequeño local, donde haciendo un milagro metía a 10 personas. “Pero la verdad sea dicha”, recordaba con su clásico humor, “de diez pagaban sólo dos, el resto eran palos blancos para llenar espacio y lograr un look successfully”. Un día mientras preparaba unas trufas de chocolate, por su vereda pasó el periodista de Canal 11 Pancho Castillo. Le sonrió, lo hizo entrar y logró que en el noticiero central, conducido por Patricio Bañados y Rosario Guzmán, apareciera una nota sobre ella y su negocio. Cuento corto, un año después, en 1983, era la flamante chef del matinal, donde estuvo durante tres años. Esa fue la mecha que encendió el éxito de su carrera. Era tan influyente que si proponía una receta con crema ácida, ésta se agotaba en los supermercados.

Le gustaban las recetas fáciles de hacer, aunque siempre se inclinaba por la comida francesa y todo lo que se relacionara con ese país. “Tiene la mejor comida, moda, arquitectura, idioma, modales…”. Viajar era una de las cosas que más le gustaba hacer y sus recorridos gastronómicos los hacía siempre acompañada por la guía Michelín. Con su computador a cuestas, nunca se olvidaba de anotar los platos y vinos que probaba, guardaba las boletas, le gustaba conocer las cocinas, conversar y sacarse fotos con los respectivos chefs. Gracias a ese minucioso trabajo, teníamos una columna de lujo en ED.

Verónica era una mujer muy querida y generosa. Estaba casada con Enrique Tagle y vivía rodeada de amigas. Le gustaba el cine, la ópera, el ballet; salir a comer, especialmente al Europeo en Santiago, pero lejos su mayor placer era convidar a su casa. “Trato de hacer una comida una vez al mes o un almuerzo los domingos”, nos contó cuando le hicimos La Agenda; “cuando invito, yo misma cocino y me ayuda Gladys, que trabaja conmigo hace 15 años. Yo le aguanto sus mañas y ella las mías”.

Legendarios eran sus almuerzos en el antiguo fundo familiar en Traiguén, siempre a finales de febrero, con todos sus parientes, amigos y vecinos cercanos convidados. Era el acontecimiento para despedir el verano. “Año a año desde guaguas hasta abuelos de 80 años llegan a la una en punto”, nos contó en un lindo reportaje que le hicimos el año 98. Organizar este almuerzo no era nada de fácil, y le tomaba una semana entera. Una producción a todo dar en un rincón escondido a 600 kilómetros de Santiago. Pero ella lo hacía feliz. Luego cambió estos tradicionales almuerzos a su linda casa en Zapallar.

Una mujer muy elegante, clásica, con un inconfundible look Chanel, que pasó los últimos meses de su vida haciendo lo que más le gustaba, viajar, y que deja un enorme vacío en la historia gastronómica de nuestro país y uno aún más grande en el corazón de todos los que la conocieron.

  • Mientras preparaba un soufflé de naranjas en su tienda de Providencia, 1982.

  • Verónica Blackburn en la espectacular cocina de su tienda en Alonso de Córdova, donde hacía sus famosas clases, 2010.

  • El año 93 se fue todo un semestre a París, una de las ciudades del mundo que más le gustaba.

  • La casa del fundo familiar en Traiguén, construida en 1891 por su bisabuelo.

  • Verónica en nuestra sección El plato de, en 1988.

  • La larga mesa de su tradicional almuerzo en el campo.

  • Cocinando en la Provence.

  • Verónica durante un viaje a la Provence.

  • La linda casa que arrendó en la Provence. Dice que como desconfiaban de los sudamericanos, al arrendarla les sugirió que la googlearan.

  • Preparando uno de sus famosos almuerzos de verano.

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