Vigas tiene el currículum de un artista renacentista. Estudió medicina –aunque como él mismo confesó, lo hizo “para saber”–, fue un apasionado de la astronomía, escribió poesía, hizo esculturas, cerámica e incluso tapicería. Pero fueron principalmente sus pinturas las que lo llevaron a recibir cientos de reconocimientos en todo el mundo: desde el Premio Nacional de Artes de Venezuela, hasta el Gran Premio de Arte Contemporáneo S.A.S. Prince Rainier III de Mónaco.
Durante toda su carrera, que partió en 1942, su trabajo se destacó por una profunda identidad latinoamericana, con imágenes que remiten tanto a la naturaleza como a la figura femenina, cargadas de colores y trazos fuertes. “El arte de Oswaldo Vigas ocupa un lugar insoslayable en la plástica de nuestro continente”, declaraba en 1979 un artículo de la revista argentina Opiniones Latinoamericanas.
Y aunque siempre le gustó leer y estudiar, para Vigas el arte era algo natural. “Yo fui completamente autodidacta y eso es una gran ventaja, porque nunca tuve nada impuesto, todo vino de mí mismo”. Para él, su vida era su carrera; no concebía el vivir sin pintar. En papeles sueltos, servilletas o grandes lienzos, Vigas sólo necesitaba un espacio o formato para expresarse, y era un amante del arte. Su casa en Venezuela estaba llena de obras, propias y ajenas, como el retrato que le hizo Guayasamín o su colección de arte japonés.
Hizo su vida entre Venezuela y Francia, y fue en París donde conoció a artistas como Roberto Matta y Wilfredo Lam, que se convirtieron en grandes amigos. “París ha sido lo más importante en mi vida. Lo que viví allá, lo que tuve allá, no lo he tenido en ningún sitio del mundo. Llegué cuando tenía como 25 años, desde entonces sigo visitando París como si fuera la primera vez”, dijo en alguna ocasión. Pero sus raíces latinas lo llevaron de vuelta a Venezuela.
Intenso como su obra, Vigas siguió pintando con el mismo ímpetu de siempre hasta el último día, demostrando fielmente que para él el arte lo era todo. “Nunca termino, y no terminaré nunca. Me moriré con un pincel en la mano”.
La muestra que lo trae a Chile –y que luego recorrerá gran parte de Latinoamérica– es una selección de 70 pinturas y 6 esculturas del Maestro, como lo llaman en su país. Bajo la curaduría de Bélgica Rodríguez, experta en su obra, se pueden recorrer sus 70 años de carrera.
La exposición Oswaldo Vigas 1943-2013, estará abierta hasta el 15 de marzo en el Museo Nacional de Bellas Artes. www.mnba.cl